Kelaia;
Después de tomar mates y jugar a la play, los chicos se quedaron a dormir a casa e hicimos lugar como pudimos para que duerman cómodos.
Cocinamos fideos con milanesas para cenar, tomamos unas birras y charlamos bastante. Amaba esto.
Aunque el hecho de que Valentín me miraba tanto cuando me abrazaba o besaba con Tadeo, me incomodaba bastante. O me confundía bastante, mejor dicho.
Suspiré y seguí haciéndome el café para tomarlo rápido antes de ir a trabajar. Los chicos seguían re dormidos y los envidiaba, ya que quería estar durmiendo también.
Apoyé el café listo en la mesa y cuando estaba agarrando galletitas, escuché un ruido. Me asusté y cuando obtuve lo que buscaba, me senté en la mesa a desayunar.
Tocaron mi hombro y pegué un salto en la silla.
-- ¡Ay, Valentín! Me cagué toda --hablé bajo.
Él se rió.
-- Perdón, buen día. ¿Qué haces despierta a ésta hora? --se sentó frente a mí.
-- Buen día --sonreí-- Tengo que laburar, ¿Y vos, qué haces despierto? --tomé un sorbo de café.
-- Me desperté solo --reímos un poco.
-- ¿Querés desayunar algo? --ofrecí.
-- No tengo mucha hambre, gracias igual --sonrió.
-- Bueno, yo me voy yendo, pero cualquier cosa fijate, eh. Ya sabés, con confianza --asintió.
-- ¿Te acompaño? --se ofreció mirándome a los ojos.
Y rogaba que deje de hacerlo porque me ponía nerviosa que me mire a los ojos.
-- No, no, está bien. Quédate.
-- Te acompaño --afirmó.
Suspiré y asentí. Agarré mi mochila y salimos de casa para ir hacia el trabajo.
-- ¿Qué onda tu vida con el depa? --preguntó con las manos en sus bolsillos mientras caminábamos.
Fruncí el ceño. No me esperaba preguntas y menos del estilo del amor, ya que no fue algo agradable para los dos en nuestra amistad.
-- Excelente, lo amo. ¿Y vos con Sol? --tragué en seco. En realidad no quería oír su respuesta.
-- Todo joya, por suerte. La quiero muchísimo --largué un suspiro bajito casi imposible de escuchar.
Seguimos caminando en silencio, de vez en cuando hablábamos un poco, pero casi nada. Fue incómodo y se hizo más largo que de costumbre.
-- Bueno, llegamos. Gracias por acompañarme --sonreí de costado.
Él imitó mi acción.
-- No es nada, Laia. Cuidate --besó mi mejilla.
-- Vos igual --dije cuando estaba yéndose y esperaba que me haya escuchado.
Suspiré y entré a la librería.
[...]
Salí del trabajo un poco cansada, hoy fue bastante gente a comprar. Empecé a caminar en dirección a casa y en el camino pasé por una panadería.
Me tentaron unos sanguchitos de miga que estaban en la vidriera y entré a comprar una docena.
Mientras esperaba a que me atiendan decidí llamar a Manuel para preguntarle si los chicos seguían en casa.
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