Kelaia;
-- Me tengo que ir, amor --dije intentando separarme de su abrazo.
No quería separarme, pero tenía que irme a mi casa porque ya era tarde.
-- Quedate un ratito más --pidió haciendo puchero.
Negué con la cabeza mientras sonreía y le di un beso en los labios.
-- Ya es tarde, Val --bufó--, y no me hagas pucherito que me vuelvo loca --reí dandole un pico.
Me levanté y me puse las zapatillas, mientras escuchaba quejas de su parte.
-- Bueno, está bien --suspiró-- pero te acompaño --asentí y él se levanto a cambiarse.
Una vez que terminamos salimos de su casa y empezamos a caminar hacia la mía agarrados de la mano. Juro que no daba más del amor que tenía adentro.
Su manito entrelazada con la mía mientras caminábamos me daba años de vida, y podía caminar así las veces que sean necesarias. Se había convertido en mi lugar favorito, en mi paz, aunque siempre lo fué, pero ahora es mucho más fuerte.
Y se sentía lindo estar con un amor correspondido, porque después de sufrir acá estamos y yo estoy tan feliz que no puedo creerlo todavía. Nunca pensé que Valentín podia verme como algo más que amigos, pero la vida tiene giros inesperados.
Llegamos a mi casa y esta vez la que hizo puchero fui yo. Lo miré y lo abracé pasando mis brazos por su cuello, él me abrazó por la cintura y me dejó un beso en los labios.
-- Te amo, ¿nos vemos mañana? Quiero que me ayudes con algo.
-- ¿A hacerte la paja? Si te ayudo --bromeó y solté una carcajada seguida de la suya.
-- Tarado, enserio. Bueno, vení mañana --asintió.
-- Cuídate.
-- Vos también --le dediqué una sonrisa y le di un último beso, para acto seguido separarme de él y entrar a mi casa.
Cuando entré, Manuel estaba haciendo la comida, se sentía un muy rico olor.
-- ¡Manoletee!--dije cerrando la puerta y dirigiéndome hacia él -- ¿Qué cocinas?
-- Cocino fideos con salsa boloñesa --sonrió-- ¿Todo bien?
-- ¡Qué rico! --reí-- Todo tranqui, ¿Y vos? ¿Esa sonrisita de boludo a qué se debe?
Se rió y habló.
-- Le conté a Mayra lo que me pasaba con ella, y a ella le pasa lo mismo --contestó dejándome boquiabierta-- estamos de novios.
Pegué un grito y sonreí.
-- ¡ESE ES MI NEGRO! --grité abrazándolo-- Te amo, estoy feliz por vos, te lo mereces --besé su mejilla.
-- Tarada --habló riéndose-- Te amo más, wachi, gracias enserio.
-- Y más le vale que no te haga nada, porque le bajo los dientes --reímos.
-- ¿Podés creer que siendo así de feos y retrasados conseguimos pareja? --hizo una pausa-- Yo tampoco.
Solté una carcajada y lo abracé unos segundos hasta que me separé para que pueda chequear los fideos.