Capítulo 26

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Las paredes eran de un blanco nuclear que brillaba con luz propia y cegadora; pero no aportaban paz y tranquilidad, sino que incitaban a huir, le producía ansiedad. Intentaba avanzar, corriendo, pero sus pasos eran torpes, lentos y cortos. Le impedían avanzar.

Los largos pasillos estaban repletos de cuadros negros, vacíos. Solo había eso, cuadros negros. No sentía el pasar del tiempo, no sabía cuánto llevaba andando, pero llegó a una gran puerta de mármol. Blanca también, pesada, pero que se abrió con facilidad. Dentro encontró una habitación del mismo blanco y con solamente una gran cama en el centro… en la que habían dos hombres, desnudos. Se acercó desconcertado, tambaleándose. Los dos hombres no parecían verle, estaban a lo suyo, besándose con pasión; su cuerpo se movía automáticamente hacia ellos, necesitaba decirles algo, aunque no supiera el qué.

Era él. Con Caín.

Detuvo sus pasos, asustado, observándose a él mismo en esa cama acostándose con Caín, como había hecho realmente. Empezó a respirar pesadamente, aunque notaba que el aire no le llegaba a los pulmones. Debía salir de ahí, pero no podía correr. Se arrastró prácticamente a la puerta por la que había entrado, hasta llegar a ella, pero ésta vez no le fue tan fácil abrirla; era como si toda la fuerza le hubiera desaparecido del cuerpo.

Con mucho esfuerzo logró pasar, casi asfixiado por el trabajo que le había costado abrir la puerta. Pero el pasillo pretérito ya no estaba, en su lugar había un gran salón, con columnas al estilo grecoromano, todo completamente blanco a excepción de una larga alfombra roja  que conducía al fondo del salón, donde había un trono en el que estaba sentado un hombre… Caín.

—    Caín…

Susurró, pero notó como el nombre moría en su garganta. Empezó a andar hasta el trono, pero sus pies pesaban como si estuvieran hechos de plomo; cuando llegó hasta los tres escalones que subían hasta el trono estaba tan exhausto que cayó de bruces al suelo. Respiró entrecortadamente y alzó la cabeza, viendo a Caín sentado cómodamente en ese trono, con una mano en el mentón y observándole con esa sonrisa ladeada de superioridad con la que miraba a todo el mundo, creyéndose superior.

—    Caín… — le miró a los ojos, sin sentir nada —, ¿me vas a matar?

—    Tarde o temprano morirás.

—    No…

Escuchó como el moreno espetaba una risa cruel y sádica.

—    La muerte, como yo, está tan segura de ganar que te da toda una vida de ventaja. Disfruta.

—    No… — notaba como unas irreales lágrimas nadaban por sus mejillas —. Me has traicionado.

—    No. — firme, cruel —. No te puedo traicionar, porque nunca te fui fiel.

Todo a su alrededor empezó a dar vueltas, como si hubiera introducido el espacio-tiempo en una batidora. Todo era blanco.

Abrió los ojos con fuerza, aun respirando entrecortadamente  y con lágrimas secas en sus mejillas. Había sido un sueño. Pero todo lo demás era real, las palabras de Lyanna no habían sido un sueño.

Se levantó de la cama sintiendo sus músculos agarrotados y cansados, como si el día anterior hubiera corrido una maratón entera, era increíble como el hastío emocional podía repercutir en el cuerpo; no tenía ganas de salir de su cuarto, no tenía ganas de pasar el día despierto…  Pero mantenía una pequeña esperanza de que todo fuera un malentendido, de que lo que habían dicho Deimos y Hypnos fuera mentira.

Castillo de naipes. (Yaoi - Homosexual)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora