Capítulo 2.

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Le propinó un buen golpe al despertador justo veinte segundos después de que empezara a torturar sus tímpanos con ese sonido infernal.

Lunes de nuevo. Empezaba otra semana y aún le costaba creer que después de todo lo que había sucedido el viernes podría pasar por delante del Casino Royal Boat sin sentir un escalofrío; no, de hecho no creía que pudiera olvidar lo que había pasado. Su vida siempre había sido bastante tranquila, con sus más y sus menos, pero se había mantenido distante de esa clase de conflictos.

Se levantó de la cama con el pelo revuelto y bostezó mientras estiraba los brazos. Había estado todo el fin de semana sin quedar con sus amigos; habían acordado que así fuera, necesitaban los cuatro esos dos días para recuperarse del shock y no sentir que habían envejecido diez años por todo eso.

Mantenía aún vivo en sus recuerdos las sensaciones que había vivido en el casino, y un constante recordatorio de todo eso eran los pinchazos que aún sentía en el estómago – aunque mucho más leves y casi ahora inexistentes – y los moratones que se extendían por él.

Abrió su ancho armario para sacar uno de los uniformes, el instituto les proporcionaba tres iguales para asegurarse que nadie tuviera problemas para asistir a clase con la ropa reglamentaria.

Al salir de su habitación fue directo al baño sin reparar en nada más. Sabía que su madre no volvería hasta dentro de tres semanas, o quién sabe, quizás tenía algo de suerte y se quedaba fuera con su novio de turno por mucho más tiempo.

Le amargaba pensar en su madre.

-         Y suficientes problemas tengo ya.

Mientras refunfuñaba por lo bajo preparó todo lo que necesitaba y se metió en la ducha. Era refrescante pensar que ahora volvía a la rutina del instituto, pero no podía dejar de sentir una extraña presión en el estómago, como si algo extraño fuera a suceder y la historia con aquella mafia no hubiera finalizado en ese Casino.

De hecho, recordaba perfectamente como ese par, Fobos y Deimos, habían reconocido su uniforme como el del antiguo instituto al que habían asistido.

Salió de la ducha y se puso el uniforme mientras se aseaba; se sentía un inútil siempre que trataba de peinarse, jamás había conseguido domesticar su cabello y siempre quedaba de la misma forma, por encima de los hombros y con un indeseado flequillo de lado. Frunció el ceño mientras intentaba tirarlo hacia atrás, sin éxito ya que volvía a su forma original. Inevitablemente le recordaba a su padre.

Suspiró arrastrando esos recuerdos fuera de su mente, era el momento de desayunar algo e intentar llenar su estómago por más que no tuviera hambre.

Le gustaba que su casa estuviera siempre vacía. La soledad le aportaba una paz mental que, a pesar que sabía que era ilusoria, le hacía sentir bien consigo mismo, como si pudiera olvidarse de todo lo que le atormentaba.

Dio un pequeño sorbo a su zumo y se comió una galleta, se acomodó en la silla mientras observaba a través de la gran ventana del comedor que le aportaba unas vistas impresionantes de toda la ciudad. Eso era lo único que le agradecía a su madre, haber tenido el detalle de comprar una casa amplia  - contando que sólo vivía él allí- y alejada del núcleo de la ciudad, tal y cómo a él le gustaba; su madre había contado con que ella pasaba fuera de casa la mayor parte de su vida y que acabaría dejándolo solo, al menos si era así quería obsequiarle con una jaula que fuera de su agrado.

Castillo de naipes. (Yaoi - Homosexual)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora