Capítulo 3

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Saori salió de su casa en dirección al casino con un mal presentimiento asentado en su estómago.

Algo le decía que no había sido buena idea aceptar esa.... oferta que les había hecho Fobos e ir a ayudar el señor Strumper a limpiar, pero aún así era lo que habían acordado todos ayer. No es que no quisiera ayudar al señor Strumper, pero la idea de seguir relacionándose con aquella mafia no era algo que le atrajera.

Saori había intentado gestionar lo que había sentido cuando había descubierto que el impresentable pedante que le había arrojado el pañuelo era ni más ni menos que Caín von Löwe, el jefe de la mafia Von Löwe, que entre muchas otras cosas, era dueño de ese mismo casino.

No podía negar que había pensado más de lo que desearía en él, pero lo había atribuido a la rabia y vergüenza que le había hecho pasar.

Llevó inconscientemente una mano al bolsillo derecho de sus vaqueros, donde había guardado cuidadosamente el pañuelo del mafioso. Había tenido una necesidad irreparable de llevarlo con él, quizás si le veía y se lo devolvía podría recompensar e una forma u otra la humillación a la que se vio sometido, una pequeña venganza.

Sí, era un buen plan.

-         ¡Saori! Siempre tan puntual… - Lyanna le sonrió con sinceridad tras la ironía.

-         Lo siento. Tuve unas últimas dudas antes de salir de casa y pensé en ir a comprar un chaleco antibalas, por si acaso. – Intentó sonreír, aunque no le salió muy natural. Lo mejor era tomárselo con humor.

Sus tres amigos echaron una carcajada y empezaron a andar camino al casino.

Notó la levedad con la que se estaban tomando el asunto Paul y Charlie; del primero no le extrañaba - ya que Paul se caracterizaba por ser terriblemente confiado - pero lo de Charlie era totalmente absurdo, no entendía como podía sentir simpatía por alguien como Fobos si, al fin y al cabo, era el gerente del casino que estaba arruinando a su padre.

Por suerte Lyanna compartía su malestar, aunque seguramente por motivos diferentes a los suyos. Ella era una persona muy controladora, se sentía la madre del grupo y se daba la propia misión de protegerlos a todos, no le extrañaría si se dedicara a observarlos durante toda su estancia en el casino.

Volvió a tocar el pañuelo, como si se asegurara una y otra vez que no lo había perdido.

Sus amigos no sabían absolutamente nada acerca del pañuelo y que había conocido a Caín, quizás cuando se fueran del casino les contaba algo al respecto; se enfadarían por haber tardado tanto en contarlo, pero al menos Paul – que era tan reservado como él – le entendería.

-         ¡Venga, inútil, he visto niños de preescolar barrer mejor que tú!

Los gritos de la desagradable voz de Doxa se escuchaban por todo el espacioso hall del casino; le estaba gritando a un azorado señor Strumper, que hacía lo que podía por mantener sujeta la escoba y hacía unos penosos intentos por barrer el suelo mientras se encogía por los gritos que la bestia de Doxa le daba desde apenas un metro de distancia.

Castillo de naipes. (Yaoi - Homosexual)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora