Capítulo 33 II

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Mantuvo los ojos cerrados por el pánico y la incredulidad durante los breves segundos del comienzo el tiroteo, encogido en la silla y bendiciendo la suerte que tenía de no estar recibiendo ninguna bala de las centenares que debían estar lloviendo por todo el almacén. Había visto centenares de películas en las que ocurrían tiroteos o se disparaban balas, pero la impresión de presenciarlo – y más estando atado e indefenso – era una de las cosas más horribles que había experimentado en su vida.

En un acto de terrible valor decidió abrir los ojos, para presenciar con horror que tres de los hombres de Caín estaban en el suelo, sin dar muchas muestras de seguir con vida, todo el almacén era un terrible caos y desorden; con la mirada buscó corriendo a Caín, encontrándolo detrás de una caja con una pistola en mano. Sintió como su miedo disminuía al comprobar que no parecía haber recibido ninguna bala, pero la cosa se ponía peor cuando empezaba a darse cuenta de lo delicada que era su situación: estaba atado en una silla prácticamente en medio de un tiroteo entre dos mafias. Su vida nunca había corrido tanto peligro.

Balanceó con fuerza su cuerpo de un lado a otro, consiguiendo con un dolor satisfactorio hacer que la silla cayera de lado y así intentar arrastrarse hasta un lugar cubierto del almacén. Se quedó paralizado mientras avanzaba: Charlie. Se había olvidado completamente de la presencia de su amigo con la llegada de Caín, desde su posición en el suelo registró con la mirada toda la estancia, pero no vio ni rastro de Charlie. Desesperado se movió con brusquedad para revisar todo lo que podía del almacén, notando como su respiración se iba entrecortando cada vez más al no encontrar el cuerpo inconsciente de su amigo, aunque intentó tranquilizarse pensando que eso significaba que al menos no debería haberle llegado ninguna bala.

Contuvo un grito al ver como una bala pasaba rozándole el muslo izquierdo y, aunque solo fuera una rozadura, observó con temor como su pantalón se manchaba de sangre y su muslo empezaba a arder. Ignorando el dolor que sentía siguió arrastrándose hasta una gran caja que le mantenía a cubierto del tiroteo entre ambas mafias.

—    ¡Vas a tragar tantas balas que ni el psicópata de tu padre logrará reconocerte!

Escuchó con un escalofrío las palabras que el señor Argzeichen le espetaba a Caín. Asomó la cabeza por una esquina de la caja para observar a cubierto la situación: por el lado del señor Argzeichen había diez hombres de los quince originales aún armados y disparando, el señor Argzeichen se mantenía - con una sonrisa que le deformaba el rostro - a cubierto tras una máquina; Saori se mordió el labio inferior, sorprendido del odio que había llegado a procesarle al padre de Adel en tan pocas horas.

Un ruido en seco y un grito masculino hicieron que ladeara la cabeza con rapidez hacia la zona en la que antes había visto a Caín escondido tras una caja. El grito lo había proferido uno de los hombres de Caín al ver que éste salía de su escondite corriendo; Saori no pudo evitar soltar también un grito desgarrador mientras seguía con la mirada el hábil cuerpo de Caín correr hacia la zona donde estaba el señor Argzecichen y sus hombres.

Le sudaban las palmas de las manos y su mirada estaba fija en Caín. Lo iban a matar. Iba a ver como mataban a Caín y no podía hacer nada, ahí, atado a una silla como un juguete… y todo era por su culpa, por haberse acercado a él. Caín podía morir por haber ido a salvarle.

—    No… — susurró, con un hilo de voz.

Pero rompiendo todos sus miedos, el mafioso se movió con una presteza digna de algo sobrenatural, y en cuestión de segundos estaba sobre el señor Argzeichen.

Todo pasó tan deprisa que a Saori le costó asimilar la información a la vez. Justo antes de que Caín se abalanzara encima del padre de Adel la puerta del almacén volvió a abrirse acompañada de múltiples pasos que indicaban que más gente estaba entrando. Saori era incapaz de apartar la vista de Caín, que presionaba sus manos alrededor del cuello del señor Argzeichen – que empezaba a ponerse de un preocupante color azul -. Por un momento creyó que los que acababan de entrar en el almacén eran más hombres del señor Argzeichen y que ya podía dar por perdida su vida, la de Charlie y la de Caín; pero una pequeña luz de esperanza atravesó su pecho al reconocer la cabellera rubia y el parche de Fobos, que se movía entre la gente como un gato y disparaba sin parar dando certeramente a varios hombres del señor Argzeichen que parecían no darse cuenta de que Caín estaba asesinando a su jefe.

Castillo de naipes. (Yaoi - Homosexual)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora