Fragmento

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NO SÉ SI ESTO PUEDA AFECTARTE O NO. CUANDO ADVIERTAS DE QUÉ TRATA QUEDAS ADVERTIDO DE CONTINUAR LEYENDO. No tiene nada realmente explícito.


Leo mordió su lengua, sentía que tenía la cara roja y el cuerpo caliente. Acababa de despertar y como en otras tantas ocasiones se sentía raro y vulnerable, con la entrepierna pegajosa y con la cara de su hermano mayor impregnado en delirios fantasiosos.

Se levantó y corrió al baño, comprobando en su rápido paseo que por la casa no había una sola alma. Respiró tranquilo y cambió su ropa, esa tormenta de emociones lo estaba destruyendo, no entendía demasiado que carajos pasaba y se sentía solo, estaba bastante seguro de que su mellizo no pasaba por nada de eso y tampoco se le cruzaba por la cabeza preguntarle a él; mucho menos al arquero, que era el culpable de aquél estado.

Su cabeza infantil anhelaba por las caricias de su hermano, tal vez algunos besos en sus mejillas. No lo sabía, pero las ideas le daban vueltas y lo atormentaban en todo momento, haciéndolo esclavo de sus necesidades.

De repente el ligero sonido de la puerta siendo llamada lo despertó, apresuró el trámite, dispuesto a gritarle a Aries que porqué mierda nunca se acordaba de llevarse su llaves de la casa, que siempre tenía que abrirle. Pero, en el momento en el que sus ojos captaron de quién se trataba la sangre se le heló. Los ojos negros y penetrantes de su padrastro penetraron su piel y por un momento sintió que el mismísimo Sagitario era quien lo observaba con esa característica sonrisa, pero, él lo miraba con la típica ternura de un hermano mayor y el adulto que se hallaba frente a él... parecía dispuesto a devorarlo.

-Hey, Leo, ¿está mi pequeño Sag?, lo vine a buscar- el mayor lo miro con una sonrisa de lado.

-Es la cuarta semana consecutiva que vienes, Shaggie te odia- el león sonrió con asco, y luego miro hacia un costado, como si alguien le estuviera haciendo señas -Aries me espera para jugar, adiós-  sentenció y empujó la puerta.

-¿Estás solo?-.

-No, ARIES me ESPERA para jugar- remarcó el pequeño niño rubio.

-¿Y tu madre?- agregó el adulto, dando un paso hacia adentro.

-Ocupada, no quiere que entres. Vete- contestó Leo, empujando la puerta.

-No, yo creo que quiero ver a tu madre- el adulto solo necesitó de un leve empujón para hacerlo a un lado e ingresar a la casa.

-¡Vete!- el niño se paró junto a la puerta y al ver que el hombre no respondía enfiló hacia afuera, dispuesto a correr a donde fuera, pero no lo logró.

-Leoncito- le tomó el brazo -¿Sabes por qué hace cuatro semanas que vengo?- le apretó y lo adentró a la casa, cerrando la puerta -Porque estaba aguardando esta ocasión- susurró contra el oído del niño.

-¡Suéltame!- el castaño pataleaba y lo rasguñaba con odio -¡Ayuda!-.

El tipo parecía no estar afectado y solo se limitó a taparle la boca.

-No importa cuánto grites, ¿acaso crees que alguien va ayudarte?, mi pequeño Sagi también creía lo mismo que tú- sonrió y lo tiro sobre la cama.

-¡Mamá!- Leo volvió a gritar, incorporándose sobre la cama y tratando de huir.

-Shhhh-.

Solo necesitó de un parpadeo y sobre su cuerpo ya no había ropa.

-¡Mamá!- el adulto atrapó sus dos bracitos y los colocó por encima de su cabeza -¡Mamá ayúdame!-.

-¿Ayudarte?, ja, ella te vendería- contestó el adulto infiltrando su dedo en el interior del menor.

-¡Duele!, ¡SHAGGIE!- Leo comenzó a respirar con fuerza, todo su cuerpo le fallaba, los dedos del adulto dentro de él lo estaban desarmando, ¿¡QUÉ MIERDA ERA ESO!?

Nadie contestó.

Y de repente... primera estocada.

-¡NOOOO...!, ¡Sha-SHAGGIE!- el calor volvía a ahogarlo, ese mismo calor abrazador que el de sus sueños, pero triplicado -¡SHA... SHAG!, GGGHH- se estaba ahogando -¡SHAGGIE!- la voz del pequeño salía destrozada, era un ruego, casi parecía un animal a quien estaban matando.

Las cosas comenzaron a verse borrosas excepto la cara del tipo. Él le continuaba sonriendo, casi con dulzura.

"No..., no es dulce..." pensó segundos antes de quedar inconsciente.

-¡Shaggi...-

...

-¡LEO!- una voz conocida le hablaba -¿¡QUÉ MIERDA LE HICISTE!?- esta vez la voz no sonaba tan fuerte, como si la persona hubiera corrido la cara y mirara hacia otro lado.

-Tranquilo pequeñito..., solo fue una lección-.

-¡¡CÁLLATE!!, ¿¡POR QUÉ...!?, ESTÁS MUERTO CONDENADA MIERDA-.

-¿Qué pasa en este lugar?- una tercera voz se sumó -¿Sagi?, ¿qué pasa?-.

-¿¡CÓMO QUE QUÉ PASA!?, ¡¡TE DIJE QUE TE QUEDARAS EN LA CASA Y CUIDARAS DE AMBOS!!, ¡NO HACES UNA MIERDA POR AMOR DE DIOS!- alguien lo apretó contra su pecho, podía oír los latidos descontrolados y la respiración forzada -¡¡ME LLEVARÉ A LEO Y ARIES!!, no los verás nunca más- y de repente algo lo elevaba del suelo, un par de brazos temblorosos.

...

-¿Qué le pasa a Leo?- podía oír la voz de Aries -¿Por qué estamos en el hospital Shaggie?- otra pausa y luego susurró -¿Es porque te golpeó?, deberías ponerte hielo, ¿te dolieron los puntos?-.


Asesino zodiacalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora