40. REAL LIFE

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REAL LIFE

-¡Greece! –se escuchó a Johannah gritar desde la planta baja mientras se asomaba por el pie de la escalera.

Grecia se encontraba en la casa de sus padres en Nueva York, había ido a visitarlos luego de haberse librado de las grabaciones de Grey's Anatomy y las interminables entrevistas. Los capítulos habían quedado de maravilla, serían emitidos para la nueva temporada del TV show próxima a estrenarse y todo era pura expectativa a cómo reaccionaría la audiencia.

Al igual que ella, Tom se hallaba en casa de sus padres pero en Londres. Ambos tendrían unos días de descanso antes de concurrir a sus respectivas grabaciones de Avengers: Endgame, ya que al no tener tanto papel en esta entrega, ellos no estarían tan explotados de horarios como en la anterior. Pero sus escenas sí eran muy importantes.

-¡Cariño, baja! –volvió a llamarla Johannah. –Necesitamos decirte algo –susurró para ella misma con tristeza en sus palabras.

La relación de Greece y Tom iba más que excelente. Ya rondan los dos meses. Su amor por el otro no hace nada más que crecer y ensancharse. Por su puesto, tienen sus diferencias igual que todos pero nada que ellos no puedan solucionar o hablar, ya que aprendieron que nada debe dejarse sin resolver. Además, ellos son Grecia y Tom, pueden con cualquier problema si lo enfrentan juntos, al menos eso es lo que ellos creen.

El ruido de los pasos de Grecia bajando las grandes escaleras se escuchó por toda la casa al no haber ningún otro sonido que lo tapase.

-Dime, mamá.

-Ven.

Johannah le tomó la mano para llevarla al patio trasero en donde se encontraba Paul, su padre. Greece frunció el ceño, su madre nunca le tomaba la mano, era raro de ella.

Los tres estaban sentados de manera enfrentada en los sofás individuales que había en el gran patio de la casa de los Louis Masen.

-¿Qué está ocurriendo? No me gusta este ambiente incómodo –soltó Grecia.

Paul jugaba con sus manos y respiraba de manera lenta intentando controlarse. Johannah jugaba con el dije de oro en forma de "G" en la cadena que había en su cuello. Ambos sin encontrar las palabras de cómo comenzar esa conversación.

-¿Hola? –insistió.

-Tu padre y yo vamos a divorciarnos –escupió Johannah.

Grecia se echó a reír. Sabía que los dotes de actriz los había sacado de su madre, aunque su padre estaba fingiendo bastante bien a decir verdad.

-Ya, dejen de bromear. ¿Qué era lo que querían decirme?

-Es eso –volvió a insistir su madre.

-Mamá, no les creo.

-Es verdad, Leanna –habló su padre de manera dura.

Cuando Paul llamaba a Grecia por Leanna, significaba que nada iba bien. Él solía llamarla así cuando era adolescente, en esa época en la que su hija era tan problemática que la sacaba de quicio.

Grecia miró confundida a su padre. Luego su cabeza comenzó a retroceder en los últimos meses. En sus recuerdos, sus padres parecían felices y sin evidencia de estar planeando un divorcio o de atravesar una crisis matrimonial.

Su pecho comenzó a doler, sus manos temblaban. Volvió a sentirse la niña pequeña que se asustaba cuando escuchaba a sus padres gritar y pelear, rogando que se terminara.

-¿Por qué? –habló en un tono bajo.

-Eso no te incumbe... -comenzó su madre.

-¡Sí me incumbe! No soy una niña mamá, ya no. Tengo veintidós años, por Dios santo. Dejen de ocultarme cosas, haciéndolo solo empeoran la situación –declaró enojada.

Su ira la estaba consumiendo. ¿En qué momento su familia se fue por la borda?

-La relación amorosa entre nosotros no es la misma, Greece. Tu madre y yo hemos pasado por muchas cosas, pero lo nuestro ya no funciona.

-No mientas –susurró Johannah.

Los ojos de Grecia, rojos por contener las lágrimas, miraron furiosos a su madre. Estaba cansada de las malditas mentiras.

-Hablen –exigió, esta vez en voz clara y fuerte, con tono de autoridad.

-He estado teniendo un amorío durante los últimos cuatro meses. Su nombre es Ethan.

Y con esas palabras, el corazón de Grecia terminó de quebrarse.

Su madre había sido una mierda con la gran persona que era su padre durante los últimos meses.

En ese momento se dio cuenta de que no quería ni necesitaba más explicaciones. Sin decir más, se levantó y, sin mirar a su madre, se despidió de su padre prometiéndole que iba a llamar pronto y se fue.

Ese día decidió pasear por Central Park para ahuyentar los malditos y venenosos pensamientos que rondaban por su mente referidos a su madre.

No quería odiarla, pero en ese momento no podía hacer otra cosa. Su mente no se lo permitía. Por primera vez, ganaba el odio por sobre el amor cuando se refería a su madre.

No le importó que la gente la viera llorar. Tampoco le dolió el rechazar fotos o autógrafos cuando algunas personas los pedían y ella, lo más cordial posible, les decía que no.

Sentada en un banco de aquel gran parque, sabía que sería noticia en menos de una hora. Que su nombre estaría como tendencia en Twitter, que Instagram estallaría con fotos de ella tomadas a la distancia. Que los portales de noticias comenzarían a viralizar rumores inventados por ellos. Porque la realidad era que ella estaba llorando sin una razón públicamente conocida.

Su teléfono no paraba de vibrar en su bolsillo. Supuso que sería Zoey. O Zac. O Tom. Y eso le hizo entender que la noticia se esparció por Internet más rápido de lo que ella había pensado.

Luego de casi una hora sentada en aquel banco, mirando las hojas de los árboles caer y repasando en su mente los recuerdos junto a sus padres desde su infancia hasta la actualidad, se dignó a sacar su teléfono.

Tenía quince llamadas perdidas y veintidós mensajes de Tom, cuarenta y tres mensajes de Zoey, dos llamadas perdidas de Zac y cuatro mensajes, y esa lista seguía. Pasando por Dove, Holland, algunos del cast de Avengers, hasta incluso Grant se había gastado en llamarla.

Su nombre estaba por todas las redes sociales junto a varias fotos de ella tomadas a la distancia desde diferentes ángulos y variada calidad.

Los rumores iban desde sufrir un engaño por parte de Tom, hasta ser despedida por Marvel, o haber tenido una fuerte pelea con alguien cercano.

Jamás se sintió más débil que en ese momento. Su familia se había destruido porque la tonta de su madre no supo respetar a su esposo.

Se disculpó internamente con aquellos a los que aún no había contestado sus mensajes o llamadas.

No quería hablar con nadie que no fuera él.

-¡Grecia! ¡Amor, estaba muy preocupado! ¿Estás bien? Dime que sí, por favor. Casi muero de un infarto –habló Tom desde la otra línea muy nervioso y agitado.

-Lo siento –suspiró. –Solo... Quiero estar contigo –comenzó a llorar nuevamente y esta vez más fuerte que la anterior.

Solo quería estar en los brazos de su novio. Quería mojar su camiseta de lágrimas mientras él le acariciaba el cabello y le decía que "todo iría bien", aunque eso sea lo último que Grecia creería.

Al finalizar la llamada, Grecia quedó en tomar un vuelo a Londres, e iría con su padre. No quería quedarse en Nueva York un segundo más ni tampoco dejarlo a él junto a Johannah solo para que siga sufriendo y recordándose a sí mismo que su esposa no tuvo el valor de pedirle el divorcio antes.

Los Holland acogerían a Grecia y Paul en la casa de Dom y Nikki ya que Tom ahora vivía con Harrison, Harry y Tuwaine, y tenían habitaciones disponibles.

Paul no quería molestar a la familia de Tom. De hecho, ni siquiera los había conocido personalmente de manera formal aún. Grecia, en cambio, ya tenía la suficiente confianza con ellos como para quedarse ahí y en realidad, no le importaba mucho donde se quedaran mientras sea lejos de Nueva York y de Johannah, y Londres quedaba razonablemente lejos. 

𝐆𝐑𝐄𝐂𝐈𝐀 ; 𝘛𝘖𝘔 𝘏𝘖𝘓𝘓𝘈𝘕𝘋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora