THE ENDING PT. 1

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THE ENDING PT. 1

—¡Greece! —tocó por tercera vez la puerta del baño. —Mi amor, ¿estás bien ahí dentro? ¿Estás segura de que no quieres más helado? Tal vez podría ayudar.

Grecia no dió contestación, los vomitos no la dejaban hablar.

Luego de media hora desechando todo lo que había comido en el día, Tom vió salir a su esposa del baño.

—Quiero amor —dijo ella con su seño fruncido.

—¿Te lavaste los dientes?

—Thomas, llevamos casados dos años, ¿ahora te preocupas por mi salud bucal?

—No me preocupo por la tuya, sino por mi salud si es que te beso luego de que hayas vomitado durante una larga media hora. ¿Quieres matarme, cariño? —le sonrió.

Ella lo miró y entrecerró sus ojos, fulminándolo con la mirada. Puso las manos en sus caderas y habló.

—Sí, me cepillé los dientes.

—Genial —le sonrió y en un movimiento tuvo a Grecia entre sus brazos. —Debemos cambiarnos, alguien obtendrá un premio hoy —dijo en tono musical.

—Oye, aún no sabemos si ganaré.

—Lo harás.

Era el día más esperado del año. Grecia y Tom estaban en su habitación del lujoso hotel de Los Ángeles esperando a su equipo de vestuario y maquillaje para comenzar con los preparativos.

Esa noche, serían los premios más importantes en el mundo de la actuación, los Óscar.

Grecia había conseguido su primera nominación como mejor actriz gracias a su papel como Rapunzel en su reciente cinta, el live action de Enredados, también conocido como Tangled.

Disney cumplió con el sueño de los fans, y el de Grecia —luego de tantos ruegos—, de verla encarnar personalmente a la princesa, haciendo homenaje a la película animada a la cual ella prestó la voz para el mismo personaje varios años atrás.

—Creo que vomitaré de vuelta —miró a Tom con pánico en sus ojos.

—Cielo, ven —la tomó de las manos, la sentó en la cama y él se arrodilló frente a ella.

Sus manos estaban unidas y Grecia las miró por un momento, vio sus alianzas relucir con la luz del atardecer que se asomaba por el balcón.

—Hoy, todo saldrá bien. Ganes o no, tú eres la mejor para mí, y nuestro hijo lo verá con sus propios ojos algún día —acarició el abultado vientre de cuatro meses de su esposa. —Te amo, y estaré junto a tí sin importar qué pase.

Levantó su mano y limpió la gran lágrima que salía salvajemente del ojo derecho de ella.

—Las malditas hormonas me hacen llorar —se excusó, haciéndolo reír. —Yo te amo más.

𝐆𝐑𝐄𝐂𝐈𝐀 ; 𝘛𝘖𝘔 𝘏𝘖𝘓𝘓𝘈𝘕𝘋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora