20.

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México conoció a Canadá casi desde el inicio, pero lo llegó a tratar más de cerca sólo cuando ambos habían recorrido un largo sendero empedrado.

Tuvieron amores y desamores, sueños y desilusiones, murieron y renacieron un par de veces. Evolucionaron como pokemon.

—No hagas esa comparación —Canadá cubría su boca para no soltar una carcajada sonora.

—Wey, imagínate no más. Ambos como esos pokemones que brillan y salen más mamalones.

—Mexique —se quejaba entre risitas— no hagas bromas con eso.

—Ay, güero... Al menos te hice reír.

—Sí —respiró profundo—. Gracias por eso.

—Wey... No sé qué te pasó, pero me hace feliz verte feliz.

México se había encontrado a Canadá caminando sin rumbo, sin mirar al frente siquiera, derramando lágrimas y sollozando. No dudó en interceptarlo e invitarle un chocolate para hablar. Porque no quería que alguien como ese chico de bonita sonrisa, estuviera tan triste.

—¿Quieres ir a mi país? —sonrió—. Puedo llevarte a conocer el lugar que quieras.

—Claro, wey. Quién le dice que no a ese ofertón.

—Será divertido.

México no lo sabía en ese momento, pero sería en ese viaje cuando se enamoraría de aquel canadiense.

Nubes [México x Canadá]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora