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—¿Estás bien, mi vida?

—Sí —sonreía—. Solo abrázame... Un momento más.

Repartía besos por ese rostro sonrojado, no lo dejaban recuperar el aire y enredaba sus lenguas. Acariciaba esa piel que él adornó con mordidas y besos, hasta que el cansancio ganaba y esos ojos de cielo se ocultaban.

Canadá caía dormido en sus brazos y él lo seguía poco después.

Lo mejor era que al día siguiente, porque observaría ese rostro de nuevo desde el primer momento.

Entonces... ¿Por qué?

—¡A la verga!

Lanzó un gritito agudo antes de retroceder y partirse la madre en el suelo.

Porque al despertar no estaba el cabello corto de su maplecito, sino una larga cabellera rizada que le hacía cosquillas en el pecho. Ya no estaban esos brazos marcados, ni ese pecho plano adornado por sus mordidas. Ante él había una figura curvilínea y desnuda que se parecía un poco a su...

—¿Mexique? —la voz era otra— ¿Qué sucede?

No era su güerito con el trasero de ensueño, era una mujer con pechos bonitos.

—Mexique...

—Wey... ¿tú quién eres?

Poco a poco se calmaron, sin entender todavía el problema. México asustado, Canadá sorprendido y una sola respuesta.

—Soy una chica.

—¿En serio eres tú?

—Hace tanto que no pasaba —sonrió avergonzada antes de darse cuenta de su pecho descubierto—, no estoy listo.

—Pero ¿qué pasó?

—¿Tú no cambias de género?

—Eh... ¿No?

—¿No? —Canadá hizo una mueca—. Qué raro... Ame y yo cambiamos desde nuestro cumpleaños 50.

—¿Qué?

—Lamento si te incomoda —pues el rostro de México era muy expresivo, se cubrió con las sábanas y bajó la mirada—. No te debe gustar mi forma actual.

Y es que México empezó a negar sin darse cuenta, además de evitar mirar a la mujer sobre la cama... Cama que hasta la noche anterior compartió con su güero de tierras frías.

—¿Vas a volver a ser vato?

—Sí —sonrió.
—¿Cuándo?

—No lo sé —jugó con su cabello—. Y creo que la idea no te gusta.

A Canadá le dolía ver el completo rechazo de su novio, rechazo a su cuerpo, a su forma física. No pensó que algo así pasaría. No creyó que México odiaría su forma femenina sin tomar en cuenta que su alma no había cambiado.

—No. No... No es... Es que...

—Sigo siendo yo —Canadá se encogió en su lugar—. Pero entiendo que no te guste esto.

—Maplecito... ita... No sé ni cómo llamarte ahora.

—Soy Canadá —se envolvió en la sábana y levantó de la cama.

Sabía que irse era la mejor opción.

Nubes [México x Canadá]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora