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—En este niño hay tanta maldad como en nosotros —México se señaló—. Corrupción y sangre inocente, pero hasta ahora no nos han asesinado.

México miró a la ONU y después a su maplecito. Se sentía como en un encuentro político, pero con más riesgo, porque al primer error, le metían plomo.

Algo de adrenalina para variar.

—Wey, ¿qué pedo traes? —ONU hizo una mueca por sus palabras—. Tú ya has visto lo mal que estamos todos —bufó—. Y nunca has querido matarnos. ¿Por qué al chamaco sí?

—No lo entiendes.

—Entiendo que nosotros, los countrys, no tenemos la culpa de todo lo que pasa en nuestras tierras, con nuestra gente. ONU creí que lo entendías. No mames.

Canadá abrazó a Hub como protección, aun sentía la adrenalina y la furia, pero tener a México cerca ayudó a calmarlo un poco, porque no quería que su taquito lo viera en ese estado tan feo.

Escuchaba aquellas palabras, el cómo México intentaba razonar con ONU, y sonrió. A veces se sentía tan solo en ese tipo de situaciones, pero ya no más.

—El niño aquí hace lo que puede, así que no deberías ponerte tan intenso.

—Él no es un country.

—¿Y qué? FBI y CIA tampoco y te caen bien.

—Ellos no...

—No te hagas —se rio—, que todos sabemos lo que CIA y FBI hacen en las sombras.

México no supo de dónde sacó tanta tontería para calmar los ánimos, pero fueron los quince minutos más largos de su vida. Hasta que al fin tuvieron paz.

Pero algo quedó claro.

Canadá se podía volver una fiera para defender a los que ama. Que ONU podía actuar como cualquier adolescente pendejo con rencores. Y que Hub aún era un mocoso que no sabía actuar frente a ciertas situaciones.

Pero no todo tenía tan bonito final.

Porque donde hubo un conflicto, quedan rastros y heridas

Hay rencores que no se olvidan.

Y hay situaciones que destrozan una relación amena de años.

—Sabes que sin cuerpo no hay delito.

—¿Es una amenaza?

—Es una advertencia —Canadá miró de refilón a ONU cuando pasó a su lado—. No me hagas olvidar que te criaste bajo mi tutela.

Hub no escuchó eso, los humanos no lo hicieron... Pero México sí, y aunque Canadá intentó disculparse y explicar todo, el tricolor sólo negó.

—Me prende que muestres las garras, maplecito.

—¿De qué hablas? —intentó hacerse el desentendido.

—No te me hagas —sonrió—. Para la próxima, fijamos que somos enemigos y que me torturas un poquito.

—Mexique —rio bajito—, pero qué dices.

—Que se me antoja darte unas nalgas para que dejes de ser un chico malo... o que me pongas unas cadenas y me des como a cajón que no cierra.

Susurros animados mientras se alejaban de esa oficina, risitas y coqueteos. El mal rato se terminó.

—Uy...

Canadá vio a Hub y se sonrojó, había olvidado el buen oído que tenía su hijo. No tuvo cuidado y ahora la sonrisa afilada de su primogénito lo puso incómodo.

—No sabía que eran versátiles —Hub les guiñó un ojo—. Tranquilos. Yo les guardo el secreto.

—Este mocoso no tiene arreglo.

—Hub, más te vale no decir nada raro a alguien.

—Yo solo sé que mi mami seguirá siendo mi mami, aunque sea el dominante.

Nubes [México x Canadá]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora