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Levantarse siendo abrazado por su maplecito era maravilloso, le gustaba la cucharita que formaban. Despertar al sentir como esos dedos largos acariciaban su vientre, era aún mejor. Y gemirle bajito para darle la pista de lo que quería, era un extra.

—Buenos días, taquito.

México sólo jadeó al sentir esos dedos dentro de sus calzones, enredados en su amiguito y produciéndole escalofríos.

—Muy... Buenos.

Se mordió el labio y separó las piernas para facilitarle el trabajo a su chico maple, gimió bajito y movió las caderas para rozarse más todavía.

—Baja un poco tus pantalones, Mexique.

Cómo adoraba esa voz susurrante en su oído y el calor de ese pecho pegado a su espalda. Obedecía entre temblores por placer, cerraba sus ojos ante la mordida en su cuello y la forma acelerada con la que trataban a su nepe.

—Aún estás ansioso.

—Wey... Solo mételo.

Nada era mejor que hacer el delicioso en la mañana, en pose cucharita, sin mucho esfuerzo, pero dejando llevarse por la calentura de siempre.

Nubes [México x Canadá]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora