Capítulo XI

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✨ CAPÍTULO 11

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CAPÍTULO 11. Empiezan las divisiones ✨

- ¿Por qué no nos has avisado? ¿Por qué? – el grito de Tokio inundó toda la sala donde la banda se había reunido para intentar ponerse en contacto con el Profesor - ¿Dónde cojones estabas?

Silencio. Eso fue lo único que escucharon al otro lado de la línea. Más le valía al Profesor tener una razón lógica para justificar su ausencia, pues a Tirana no le valía cualquier excusa. Antes de que alguno pudiera volver a hablar, Helsinki entró con Oslo, al que dejó en el sofá. Había vendado su cabeza con sumo cuidado y ahora tenía los ojos abiertos. Sin embargo, eran unos ojos sin vida.

Tirana se inclinó sobre él para acariciar su mejilla con dulzura. Había desarrollado un intenso cariño hacia ambos grandullones, y perder a cualquiera de los dos resultaría bastante doloroso. Miró a Helsinki y quiso decirle que saldría de esa, pero sabía que no era así.

- Denver – le llamó el grandullón - ¿Tú saber algo de la fuga?

Todos se giraron para mirar al susodicho, que había palidecido de golpe.

- Yo no tenía ni idea de esto. Oí a Arturo hablar de algo así, pero no le di importancia – pasó sus manos varias veces entre su cabello – Joder, no me imaginaba que fueran capaces de algo así – su tono estaba cargado de angustia, y despertó en Tirana cierta lástima.

- Arturito... - susurró Helsinki, incorporándose de golpe.

La pelirroja hizo lo mismo y apoyó una mano sobre su brazo.

- No hagas tonterías, Helsi, no es el momento – le advirtió con cautela – La venganza no es una solución – añadió, dirigiéndose hacia los demás – Ya tendremos tiempo de saldar cuentas.

- Oslo está muy mal – habló entonces Berlín, que se había acercado al teléfono – Está completamente ido.

El Profesor escuchó las palabras de Berlín pero, una vez más, no dijo nada.

- Oslo está bien – replicó Helsinki – Sólo necesita sus medicinas. Yo le doy sus medicinas y él estará bien. Necesita descansar.

Tirana sonrió con tristeza. Entendía perfectamente que Helsinki se negara a aceptar que el final de su compañero había llegado. A ella le sucedería exactamente lo mismo.

Mientras pensaba en eso dirigió su vista hacia Berlín, y no tardó en situarse a su lado para quitarle el teléfono de las manos.

- He venido aquí a seguir su plan, Profesor. Confiando ciegamente en usted. Todos lo hicimos. No cuestionamos sus decisiones, ni su manera de actuar – habló con tranquilidad – Pero en ese plan no está incluido arriesgar mi vida porque a usted no le de la gana de cumplir con su trabajo – su tonó se endureció – Nosotros cumplimos con nuestra labor aquí dentro: fabricamos billetes y cuidamos de los rehenes. Usted debe cumplir con su labor allí fuera: cuidar de nosotros – su vista se desvió hacia Oslo – Y me temo que no lo ha hecho. Se supone que es nuestro ángel de la guarda. ¿Qué vamos a hacer si nos deja solos?

TIRANA {Berlín-Palermo} - LCDPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora