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A la una en punto salí del trabajo con mi ropa normal y encontré a Ethan esperando en la puerta del bar. Me sonrió nada más verme y me ofreció su mano, la cual acepté con gusto. Ethan era un chico muy bueno, simpático y guapo, ¿por qué no tenía nada malo? Me condujo hacia un coche rojo que había aparcado al lado del local y me abrió la puerta como un caballero para que pudiera entrar. Se subió al asiento del piloto y arrancó el coche suavemente.

—¿Tienes frío? —preguntó.

—No, no te preocupes.

Empezó a conducir en silencio mientras yo me abrochaba el cinturón de seguridad. Vi como me miraba de reojo y le sonreí, cosa que él correspondió. Sentí algo en el asiento. Algo incómodo, pero no le di importancia.

—¿Cuánto hace que trabajas en Boomy? —preguntó de repente—. No me suenas y yo suelo ir por ahí.

—Hace dos días, pero podría haber trabajado ahí sin que te dieras cuenta —me encogí de hombros.

—Una chica como tú no me habría pasado desapercibida, créeme.

Le sonreí algo cohibida. No estaba acostumbrada a un halago tan directo. Vamos a ver: no era como si no hubiera estado con un chico en toda mi vida, claro que había besado a un chico, pero no solían decirme algo como eso. También era cierto que Ethan era mayor que la mayoría de chicos que conocía. Nos llevábamos cuatro años, que parecía poco, pero de diecisiete a veintiuno había más diferencia de la que parecía.

—¿Qué ocurre? Te has quedado callada.

—Nada, solo estaba pensando.

—¿En qué?

Uy, para el carro, amigo, tampoco nos conocemos tanto.

—Cosas mías —me encogí de hombros.

—¿Seguro?

—Sí.

No dijo nada más en todo el camino hasta que llegamos a un descampado en el cual habían bastantes coches aparcados. Divisé algunas figuras de personas sentadas en los capós pero nadie hacía nada más que hablar, sostener botellas de cerveza o cigarros y no nos prestaron atención cuando Ethan aparcó entre dos coches oscuros. Vi a sus amigos y los reconocí al instante mientras se lanzaban una lata vacía de coca-cola. Parecían pasarlo bien.

Ethan salió del coche y lo seguí. Me fijé en que la gente estaba reunida por grupos. Había algunos de chicos, y otros en los que también había algunas chicas. Me recordé a mí misma que no iba como ellas, solo llevaba unos pantalones cortos y una blusa lisa. Ellas parecían haberse esmerado con su vestuario estrafalario. Noté que Ethan me agarraba la mano y me puso delante de sus amigos. Reconocí a uno como el rapado del bar, y el otro como el que me había tocado el culo.

—¡Pero si es la camarera! ¿Has venido a vernos, guapa? —preguntó un rubio con tatuajes, que parecía hinchado por sus músculos.

—Ha venido conmigo, Doug, cállate —rió Ethan—. Ella es Mia. Mia, ellos son Douglas, Aiden y Ben.

El primero era el rubio, el segundo el rapado y el tercero el que me había metido mano. Los otros se encontraban jugando con la lata como críos.

—Encantada —murmuré.

Ellos no parecían nada interesados en mí, porque Douglas y Ben se largaron cuando la lata les dio en la cabeza, rebotando en la del otro. Eso nos dejó a solas a Aiden, Ethan y a mí. Tragué saliva, algo incómoda.

Así que ese era el que se había enrollado con Sophia... no era tan feo, la verdad, pero sí tenía una cicatriz en la mejilla que hacía que perdiera algo de belleza.

EssenceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora