No me dio tiempo a procesar la información cuando escuché que Logan golpeaba con tal fuerza el pedal de freno que éste rechinaba. El coche dio un giro tan brusco que golpeé la puerta con el cuerpo. Sentí que todo iba a cámara lenta. Logan apretaba con tal fuerza el volante que todos sus músculos estaban tensos. El olor a neumático quemado. El chirrido estridente de las ruedas. El dolor en el hombro. Fui consciente de que el coche daba media vuelta, derrapando, saliendo de la carretera y deteniéndose en la cuneta bruscamente.
Me pitaban los oídos. No me escuchaba a mí misma respirar, era como si, por un breve momento, me hubiera quedado sin saber qué estaba pasando. Pero tuve que reaccionar, girando la cabeza ligeramente hacia mi izquierda.
Logan respiraba entrecortadamente y me miró, por primera vez, asustado.
—¿Mia?
No sé cómo debía ser mi cara, pero la suya estaba crispada por el miedo. Se inclinó lentamente sobre mí y ni siquiera fui capaz de moverme. Sentí sus dedos sobre mí mano y me di cuenta de que apretaba el asiento con tal fuerza que me dolían los dedos. Me solté lentamente.
—¿Estás bien? —me examinó con la mirada—. ¿Te has hecho daño?
Negué con la cabeza.
No dijo nada más, solo se llevó la mano a la ceja y vi que él sí se había hecho daño; se la había partido al chocar con la cabeza en el volante. Vio algo de sangre en su dedo y puso mala cara, buscando algo en la guantera. Sacó un pañuelo de papel y se quitó la sangre con poco cuidado. Mientras lo observaba, mi cuerpo volvió en sí y pude abrir la boca.
—¿Qué ha sido eso?
Me miró sorprendido.
—Un imbécil que iba en dirección contraria —desvió la mirada hacia el frente—. Tiene suerte de que no lo haya visto. ¿Estás segura de que no te has hecho daño?
—Estoy bien.
Solo tenía el corazón tan acelerado que me estallaría en cualquier momento.
—Quiero que me digas ahora mismo por qué estamos aquí —le dije, sacando la voz más firme que pude.
—No...
—¡No es una petición, Logan! —le grité.
Cuando volvía a gritar a Logan era el momento en el que volvía en mí.
—Te llevaré a casa —murmuró, ignorándome.
Giró la llave del contacto, pero éste no hizo que el motor se encendiera. Lo observé intentándolo varias veces, pero siguió sin funcionar. Soltó una maldición y bajó del coche de un portazo. Lo seguí, y cuando puse los pies en el suelo me di cuenta de que iba descalza y me había dejado los tacones en la fiesta. Genial. Lo seguí de puntillas, ya que estaba pisando tierra y hierba. Él abrió el capó del coche y una nube de humo salió de él. Vi como soltaba otra maldición y empezaba a toquetear cosas que ni siquiera sabía para qué eran. Parecía tan concentrado que no quise hablar para no molestarlo.
—Mierda —murmuró—. Se ha sobrecalentado el motor.
Lo miré sin comprender. No tenía ni idea de automóviles. Vi como sacaba el teléfono del bolsillo y marcaba un número con rapidez. Le dijo a quien fuera que viniera a buscarnos y colgó. Luego cerró el capó del coche y respiró hondo.
—¿A quién has llamado?
—A Ryan.
No parecía propenso a dar demasiadas explicaciones más, pero no pude evitar seguir bombardeándolo a preguntas estúpidas.
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Essence
RomanceMia Brenan conocía muy bien el amor, o al menos eso creía. Lo tenía todo bajo control. Por eso, un verano en casa de su padre cuando acababa de matricularse era lo más inesperado para ella. Durante todo un verano pueden pasar muchas cosas; conoces a...