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A la mañana siguiente me desperté con ganas de despejar un poco mi mente, por lo que llamé a Sophia para ir a la playa. Fui a desayunar y encontré a mi padre con una sonrisa en la boca, preparando unas tostadas. Me puso una en un plato y me lo dio. Le sonreí. Coloqué dos vasos sobre la mesa y nos empezamos a tomar el desayuno en silencio. Él fue quién lo rompió.

—¿Cómo te fue anoche?

Pensé en Logan y en Ethan.

—Bien —me intenté convencer a mí misma más que a él—. ¿Qué tal a ti?

—Muy bien, Helen es una gran mujer.

Ya hacía una semana que estaba con mi padre, y una duda me había asaltado la mente desde el primer momento: ¿habría algo entre Helen y mi padre? No quería ni imaginar un futuro con un hermanastro como Logan. Bueno, no imaginaba un futuro con Logan en ningún sentido. Éramos demasiado distintos, e iba a ahogarlo con una almohada mientras dormía como siguiera poniéndome de los nervios.

—¿Dónde vas? —preguntó cuando vio mi atuendo.

—Voy a ir con Sophia a la playa.

—Ah, vale.

Me despedí de él, cogí mis llaves y las gafas de sol, las cual oculté en la cesta, y me miré en el espejo. Llevaba mi bikini azul -sólo azul- bajo un vestido veraniego. Me colgué la cesta en el hombro y salí de casa.

Encontrándome de frente con Logan. Genial.

No dijimos nada ninguno de los dos cuando cerramos nuestras puertas.Cada uno caminó hacia el ascensor con aire a la defensiva y me metí en él sin siquiera dedicarle una mirada. Me incliné sobre el panel de botones al mismo tiempo que él, a lo que chocó conmigo. Me puso mala cara y se alejó, por lo que pulsé la planta baja sin siquiera preguntarle dónde iba. La luz parpadeó, pero esta vez quedó apagada de repente, haciendo que frunciera el ceño. Él parecía tan confuso como yo. La luz volvió a encenderse, y justo cuando creí que el peligro había pasado, el ascensor dio un tumbo y todo se tambaleó.

Oh, no.

No podía ser.

No con Logan.

Las luces se quedaron apagadas y las de emergencia -unas rojas horribles- se encendieron en su lugar. Por primera vez desde que lo conocía, Logan parecía tan aterrorizado como yo. Me dedicó una mirada que lo decía todo y se echó hacia atrás pegando la espalda en la pared. Sin pensarlo un momento, pulsé el botón de emergencia, aunque nadie respondió.

—Genial —murmuré para mí misma.

Saqué el teléfono, pero no tenía una raya de cobertura, lo miré.

—¿Tienes cobertura?

Negó con la cabeza sin decir nada. Estaba pálido. A pesar de la luz podía darme cuenta de ello. No tenía su típico tono bronceado. Lo miré mejor; llevaba una camiseta de tirantes ancha y unos pantalones por las rodillas; iba a hacer deporte. Ni siquiera había dicho nada.

Volví a pulsar el botón. El portero debía estar ocupado durmiendo o ignorándonos, porque no respondió. Cansada, me apoyé en la pared y me dejé caer hasta quedar sentada. Él permaneció de pie, sin mirarme, con la vista clavada en la pared de enfrente.

—Puedes sentarte, esto va para largo.

Ni siquiera me miró, empezó a observar al techo y las paredes, para después arrojarse sobre la puerta cerrada del ascensor y golpearla con los puños. Me pilló tan desprevenida que me puse de pie de un salto, asustada. Golpeaba tan fuerte que, por un pequeño momento, me dio miedo que se hiciera daño. Después recordé que era Logan y se me pasó.

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