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Esa mañana, como todas las otras, bajé a desayunar, solo que no me encontré solo a mi padre en la cocina, sino que Helen también estaba allí, sentada junto a Logan. Los tres charlaban tranquilamente, y me quedé muy quieta cuando me acordé de que acababa de levantarme y, probablemente, parecía una maldita loca despeinada con un pijama demasiado viejo —ni siquiera era un pijama, era una camiseta grande de Disney World—.

—Buenos días —me saludó Helen, con una sonrisa.

Era extraño verla ahí después de todo lo que me había contado Logan la noche anterior sobre ella. Sonaba duro, pero era como si no la conociera. No habría imaginado nunca por mí misma que una mujer tan sonriente y amigable hubiera pasado por todas esas cosas. Aunque se hubiera quedado tocada por el camino.

Desvié mi mirada hacia Logan, que parecía estar a punto de echarse a reír por mis pintas, pero no lo hizo, se limitó a seguir leyendo el periódico que sostenía en sus manos con una sonrisa socarrona. Tomé asiento junto a mi padre y cogí un vaso de zumo de naranja junto con una tostada. La empecé a untar con mermelada de fresa sin mirar a nadie en concreto.

—¿Te acuerdas de que te dije que habían contratado a Helen? —me preguntó él, pillándome desprevenida.

—Sí, ¿por qué? —pregunté, terminando de untar mi tostada.

—¡Esta tarde será mi primer día! —exclamó ella, sonriente—. Voy a dar una charla en el ayuntamiento para los jóvenes y los adultos. Me encantaría que vinierais todos a verme.

La contemplé unos segundos sin saber qué decir. Después, esbocé mi mejor sonrisa.

—Eso sería genial.

—Aunque yo no podré ir, tengo trabajo —comentó mi padre, distraído.

—No pasa nada, pueden ir Logan y Mia solos.

Casi me atraganto con la tostada.

—Pero, ¿cuánto dura eso? —pregunté, intentando disimular mi poca convicción.

—Unas... dos horas. No es mucho —calculó ella rápidamente.

—Será un placer ir, mamá —intervino Logan de repente, mirándola con una gran sonrisa—. Los dos iremos encantados, ¿no deberías ir a prepararte?

—¡Tienes razón! Pero antes voy a ayudar a Dan a limpiar todo esto.

Mi padre sonrió cálidamente y me arrebató el plato y el vaso, sin dejarme terminar de desayunar. Se lo llevó al fregadero y empezó a limpiarlos junto con Helen, que empezó a hablarle sin parar. Dirigí una breve mirada a Logan, fulminándolo. Estaba sonriendo encantado.

—¿Por qué se te ve tan contento?

—¿Contento, yo? —se encogió de hombros—. Que va. ¿Por qué? ¿Estás asustada?

—Cuando sonríes así me das miedo, no sé si debería estarlo.

Me sonrió de manera angelical, dejando el periódico sobre la mesa.

—Te recogeré a las cuatro.

Y salió de casa con una enorme sonrisa.

¿Dónde me había metido?

***

A las cuatro salí de casa, y escuché su puerta cerrarse a mi lado. Me miró con la misma sonrisa y pasó por mi lado, metiéndose en el ascensor. Me metí a su lado, sin decir nada, y pulsé el botón de la planta baja. Tuve un déjà-vu. Bajamos sin decir nada y, justo cuando pisé fuera del ascensor, mi pie resbaló bruscamente y casi me mato. Por suerte, conseguí mantenerme de pie. Vi por el rabillo del ojo que el portero me miraba con una sonrisa burlona y la fregona en la mano. Me giré para encararlo.

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