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Me desperté tranquila porque era domingo y ese día no tendría trabajo. El domingo era mi día libre, y también lo eran el lunes y el martes. La sonrisa se esfumó cuando vi el balcón y me acordé de lo ocurrido la noche anterior. Me levanté, me metí en la ducha y salí sin haberme lavado el pelo, que estaba atado en una cola alta. Me puse una sudadera y unos pantalones cortos y crucé el pasillo hacia la cocina, donde encontré una persona de más. Helen, la madre de Logan. Por lo menos ella sí me caía bien.

—Buenos días —saludé.

Ellos me respondieron sin prestar demasiada atención. Cogí un poco de zumo de la nevera y me lo tomé sentada delante de Helen, que estaba teniendo una tranquila conversación con mi padre.

—¿Porqué no viene Mia también? Es una más de la familia —propuso Helen con su típica sonrisa.

—Claro, ¿quieres venir, hija?

—¿Dónde?

—Esta noche vamos a celebrar que han ascendido a tu padre.

—¿Te han ascendido? —le pregunté a mi padre, sorprendida.

Él hinchó el pecho de orgullo.

—Sí, ahora me han ascendido a abogado empresarial.

Me alegré un montón por él.

—Claro, será genial.

—Entonces, nos veremos esta noche —dijo Helen con una sonrisa, levantándose de la mesa.

***

Al parecer iba a ser una cena en un restaurante, no en casa. Tuve que vestirme medianamente bien, así que me puse una falda oscura con una camiseta blanca de tirantes y unas sandalias. Mi padre condujo con una sonrisa hacia el restaurante y aparcó tranquilamente. Entramos y mi chasco fue enorme al darme cuenta de lo tonta que había sido al creer que Helen vendría sola; Logan estaba ahí sentado, y me dedicó una mirada agria. La mía debía ser similar.

Nos sentamos en la mesa redonda, y a mí me tocó entre los dos hombres de la mesa. El plato no tardó en llegar y me tomé mi bistec sin decir absolutamente nada. Mi padre no dejó de hablar de lo entusiasmado que estaba por el ascenso, y Helen no dejaba de sonreír -enserio, ¿tenía algún problema con estar seria esa mujer? Menuda suerte, yo era incapaz de sonreír tanto-. No fue hasta que Logan abrió la boca cuando mi humor empeoró.

—¿Cogiste un catarro anoche? —me preguntó.

Nuestros padres se encontraban inmersos en una charla, por lo que nos ignoraban.

—Cállate.

—Parece que alguien está de mal humor —dijo, con una sonrisa que no llegó a sus ojos, como todas las demás—. Pues déjame decirte que la ropa te quedaba mucho mejor mojada.

Le dediqué una mirada tan agria que lo perforé con los ojos. Su sonrisa no desistió.

—Déjame en paz. No debería haberte llevado a casa. Ahora estamos en paz.

—No lo estamos, me debes el dinero de la tintorería, te lo recuerdo.

Puse los ojos en blanco.

Pasamos el resto de la cena sin decir nada, y justo cuando creí que la cosa no podía ir a peor, Logan y yo nos levantamos a la vez. Nos miramos ambos con mala cara.

—Tengo que irme, si no os importa —dijo Logan.

—Yo también.

Era mentira, pero eso no importaba.

—¿Dónde vas? —me preguntó mi padre.

—Con mis amigos.

—¿Cómo irás?

EssenceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora