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En la cena, decidí atacar a mi padre con mi idea sobre el empleo. Era consciente de que quizás pensaba que solo quería tener una excusa para salir de casa, pero lo que realmente necesitaba era algo que hacer en esa ciudad desconocida. Lo único que quería era tener un buen motivo para salir de casa, y me parecía mejor ese que el de salir con los amigos de Logan. Me senté, con los tacos delante de mí, y me serví uno mientras mi padre le daba el primer bocado. Él puso una mueca de placer.

—Mhm... Están deliciosos, Mía, hacía mucho que no comía comida casera —murmuró mientras seguía devorándolo.

—¿Qué hay de Helen?

—Sólo me trae comida muy de vez en cuando, y siempre como comida congelada o pre-cocinada, no tengo tiempo para preparar nada mejor.

—Entonces puedo ocuparme yo de la cocina.

—Y yo del mantenimiento.

Bien, era el momento. Dejé el taco a medio comer en el plato y lo miré con las manos entrelazadas. Su mirada me escrutó intentando adivinar mis intenciones antes de que las dijera.

—De eso quería hablarte, papá... —consideré la mejor manera de decírselo—. Me gustaría trabajar.

Me miró unos segundos sin decir nada, con la cara contorsionada por la confusión. Después vi que, poco a poco, se transformaba en una máscara de tristeza.

—¿Crees que necesitas trabajar para mantenernos? Te voy a pagar lo que tú quieras, Mia, no quiero que tengas que trabajar en tus vacaciones. Pídeme el dinero que quieras; ropa, maquillaje... Lo que sea que os compréis las chicas de tu edad. Con toda confianza.

—Sé que me darás el dinero que quiera —sonreí cuando mejoró su expresión—. Pero soy una persona que necesita estar ocupada con algo, no puedo pasarme el día entero encerrada en una habitación.

—Lo entiendo, pero, ¿estás segura de que quieres pasar las vacaciones trabajando? Puedes salir con los amigos de Logan y con él, es un buen chico...

—Lo sé, pero no quiero ser siempre la que se apunta a última hora para ir con gente que no conoce. Solo será provisional, hasta que encuentre a alguien con quien salir. Entonces, te prometo que lo dejaré.

Él suspiró y miró su taco, que ahora descansaba sobre el plato. No había querido en ningún momento que pensara que el motivo era la falta de confianza en él como para pedirle dinero, de eso nada. Verle con esa cara tan triste me había dado un pellizco al corazón. No quería volver a ponerlo de esa forma.

—¿De qué quieres trabajar?

—De camarera.

—¿Camarera? ¿Dónde?

—En la cafetería esa que hay al lado de tu trabajo, la que está en la frontera con la otra ciudad.

—¿En esa? Ni hablar. No irás tan lejos todos los días teniendo todos los bares que hay cerca de aquí, justo al lado de la playa. Conozco al dueño de Boomy, Earl, puedo preguntarle si todavía hay vacantes de empleo.

—¿De verdad? —me puse contenta en un momento.

—Claro, solo quiero que te sientas como en tu casa, Mia.

Extendí la mano sobre la suya, él pareció sorprendido.

—Estoy en mi casa, papá.

***

Al día siguiente, había ido al bar que me había dicho papá, y lo cierto era que no estaba del todo mal. Era más tirando para adultos, porque nada más entrar en el local te entraba un fuerte olor a humo y alcohol. De día era una cafetería corriente, y de noche era un bar de copas. Era un local bastante grande, con unos grandes altavoces en el fondo del lugar que en esos momentos estaban apagados. Había una barra con la parte de atrás llena de bebidas y bastantes taburetes delante. La sala estaba repleta de mesas de madera con sillas, aunque en el fondo había mesas más bonitas con sofás y butacones rojos.

EssenceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora