Íbamos corriendo por el parque de la ciudad. Era una mañana soleada, por lo que había mucha gente paseando, niños dando de comer a los patos del lago, jubilados alimentando a palomas, más niños jugando y gente haciendo lo mismo que nosotras. Al final decidí atarme la larga melena castaña en una cola de caballo. Sophia iba vestida de manera similar, y en ese momento estaba tomando un sorbo de agua sin dejar de correr. Yo nunca iba a ser capaz de hacer eso sin ahogarme.
—¿Y qué tal anoche con el tío con el que te fuiste? —me preguntó, guardando la botella.
Mi respiración estaba acompasada, por lo que no me costó tanto hablar.
—¿Con Ethan?
—¿Ethan? ¿A quién le importa Ethan? Me refiero al bombón con el que saliste de la discoteca.
Puse los ojos en blanco.
—¿Logan? No pasó nada, solo es mi vecino.
—¿Cómo puedes llevar una semana aquí y ya conocer a esos tíos? Yo llevo años y todavía no lo hago.
—Seis días —corregí—. ¿Y tú qué hiciste?
—Yo me enrollé con uno de los amigos de Ethan, creo que se llamaba Douglas. Pero iba borracha, porque cuando me di cuenta era muy feo. Además, tenía una cicatriz, las odio, así que lo mandé a la mierda.
Las dos reímos.
Entonces, una duda asaltó mi mente.
—¿Viste cuando Logan vino a buscarme en medio de la pista? —le pregunté.
—¿Que si lo vi? ¡Estaba al lado! —ella rió, encogiéndose de hombros—. ¡Deberías haber visto la cara de Ethan cuando le dijo que estabais juntos! Ethan quiso que te quedaras, pero Logan le dijo algo y te arrastró hacia la salida. Ethan se fue bastante cabreado. Oye, ¿porqué no me dijiste que estabas con ese tío? Podrías presentarme a sus amigos, aunque solo si no son feos y no tienen cicatrices.
—No estoy con él —murmuré—. Ni siquiera me cae bien. Es idiota.
—¿Sabes? Esa es la típica frase que se dice antes de enamorarse.
—Pues en mi caso será antes de dejar de hablarse. Le vomité encima.
—¿QUÉ? —empezó a reírse tanto que tuvimos que parar de correr.
Me quedé de pie a su lado de brazos cruzados mientras ella se apoyaba sobre sus rodillas riendo. Una pareja que pasaba se nos quedó mirando como si nos hubiéramos vuelto locas. Miré a Sophia esperando a que terminara. Bastante humillación era haberle vomitado encima, como para que ella me animara así.
—¿Ya está? —pregunté algo más brusca de lo que pretendía.
—Sí, sí, perdona —se limpió una lágrima de risa y volvimos a correr—. Es que me lo he imaginado y...
—Está bien —la interrumpí—. Me ha pasado la factura de la tintorería.
—¿Va enserio? —esta vez no se rió.
—Sí, y por si fuera poco Ethan debe haberse enfadado conmigo.
—No lo creo —ella se encogió de hombros—. Creo que le gustas, te perdonará.
Suspiré.
—Si esta noche viene al bar, habla con él, ya verás.
La miré, imaginando la conversación que tendría lugar, y decidí que tenía razón; esa noche hablaría con Ethan.
***
Las dos primeras horas de mi turno se me antojaron eternas. No hubo ni rastro de Ethan ni de sus amigos en toda la noche, y sus asientos permanecieron vacíos. La sonrisa falsa se me hizo más complicada a medida que pasaba el tiempo, y no dejaba de intercambiar miradas con Sophia. Abigail me riñó unas cuantas veces por no esforzarme lo suficiente para parecer alegre, pero no me sentía así. Ethan era un buen chico y me caía de maravilla, y no quería que se alejara de mí por culpa del imbécil de Logan, que cada día soportaba menos.
—¿Mia?
Sophia me estaba llamando, así que me acerqué a ella en la barra, fingiendo que iba a coger unos cuantos vasos.
—¿Qué?
—¿Hay rastro de tíos buenos? —me preguntó con una sonrisa cómplice.
—Ni rastro —negué con la cabeza—. ¿Crees que se haya podido enfadar tanto como para no venir aquí?
Esta vez no respondió, cosa que me preocupó más.
Pero, justo cuando había perdido la esperanza, un grupo de cuatro hombres altos entró dando risotadas y juntando dos mesas. Una pobre pareja que había ahí tuvo que irse porque les habían quitado la mesa, menos mal que habían terminado ya. Ellos se sentaron sin mirar a nadie y me alegré al ver una cabeza rubia asomándose. Cogí la bandeja y la libreta, y me acerqué más rápido de lo necesario. Ellos no interrumpieron la conversación cuando llegué a su lado.
—¿Qué os pongo esta noche? —pregunté, mirando la libreta.
Miré por el rabillo del ojo a Ethan, que estaba hablando con su compañero sin prestarme la más mínima atención. El que habló fue el que me había pedido la edad el día anterior, un chico rapado que llevaba un enorme piercing en la oreja.
—Cuatro cervezas, bonita.
Me retiré de la mesa enfurruñada y puse las cuatro cervezas. Sabía que probablemente era una tontería que me enfadara así porque no me hiciera caso, pero me piqué con él. Eso y sumando que tenía el periodo era una mezcla explosiva. Serví las cervezas mirando por si mi jefe no estaba por ahí, porque quería servir yo a la mesa, y me acerqué a ellos de nuevo, dejando cada vaso delante de su dueño. Ni siquiera miré a Ethan. Idiota.
Volví a la barra y, antes de atender a nadie más, encontré a Ethan de pie delante de mí, con una mirada incómoda. No dije nada, solo cogí el pedido de otra mesa y empecé a rellenar los vasos. Pero claro, él me observó desde el otro lado de la barra.
—Oye, siento haberte dejado plantada anoche, pero no sabía que estabas con Logan Hall.
—No estoy con él —solté más brusca de lo planeado—. El idiota se lo inventó porque... Bueno, no sé muy bien por qué.
Eso lo dejó sorprendido durante unos segundos.
—¿Conoces a Logan? —le pregunté curiosa.
—¿Quién no conoce a Logan? —preguntó sonriendo—. Me alegra saber que no era cierto. No me cae demasiado bien.
—No saldría con él ni muerta.
Él me sonrió y se apoyó en la barra.
—Mia, ¿tienes algo que hacer luego?
—No, ¿por qué?
—Voy a ir con mis amigos al polígono que hay a las afueras, puedes venirte si quieres, aunque no creo que tu amiga quiera, después de lo de Aiden... se pasó la noche creyendo que se llamaba Douglas —vi como estaba a punto de reír, pero se contuvo—. Bueno, ¿te apuntas?
—Claro —respondí sin pensar.
—Bien, te espero al final de tu turno en la puerta.
—Termino a la una.
Me sonrió y volvió a su mesa. Casi al instante sentí que Sophia me golpeaba el trasero con un trapo. Me giré hacia ella con una sonrisa de oreja a oreja.
—¡Pero si mi niña ha ligado! —soltó ella contenta—. Dale lo suyo esta noche.
Puse los ojos en blanco y fui al baño para llamar a mi padre. Él respondió casi al instante. Estaba trabajando, probablemente.
—Papá, ¿puedo ir esta noche con unas amigas a dar una vuelta?
—¡Pues claro que sí, Mia! —él parecía entusiasmado con la idea.
—Está bien, adiós, papá.
—Espera, Mia.
—¿Qué ocurre?
—No vuelvas temprano, ¿está bien?
Reí.
—Vale,papá.
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Essence
RomanceMia Brenan conocía muy bien el amor, o al menos eso creía. Lo tenía todo bajo control. Por eso, un verano en casa de su padre cuando acababa de matricularse era lo más inesperado para ella. Durante todo un verano pueden pasar muchas cosas; conoces a...