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El siguiente turno en el bar se me hizo largo, porque no dejaba de evitar por todos los medios el contacto directo con la mesa del fondo, donde Ethan y sus amigos charlaban. Conseguí llevarles las bebidas sin decir nada, y pensaba hacer lo mismo cuando tuvieran que pagarme. No quería saber nada más de él. Era un idiota. Me había utilizado y yo había caído como una tonta. Solo el pensamiento deque lo había besado me ponía los pelos de punta, ¿en qué estaría pensando? Está bien, era guapo, pero ser guapo no lo es todo en la vida. Siempre había tenido más en cuenta el interior que el exterior.

Dejé las bebidas en la mesa correspondiente y volví a la barra. En ese momento, todas mis mesas estaban atendidas, por lo que me quedé al lado de Sophia fingiendo que limpiaba una jarra de cerveza vacía. Ella me miró con una sonrisa.

—¿Qué ocurre, enana? —me preguntó.

Me llamaba eso por la diferencia de altura que había entre nosotras. Pero es que era difícil superar un metro setenta y cinco.

—Nada, ¿por qué?

—Te veo distraída.

—Sólo pensaba.

—¿Me lo vas a contar ya o finjo que me lo trago?

Puse los ojos en blanco, sonriendo.

Le conté lo ocurrido dos días antes en mi casa, con Ethan y Logan. Ella escuchó atentamente sin decir una sola palabra. Sus caras eran suficiente. Tenía una expresión muy expresiva.

Expresión, expresiva... Menudo lío.

—Entonces, ¿Logan se quedó contigo después? —preguntó, terminando de colocar un vaso delante de un hombre de la barra, que miraba un Ipad con poco interés.

—Sí.

—¿A solas?

—Sí.

—¿Y...?

—¿Y qué?

—Bueno, que si pasó algo, ya sabes —meneó sus caderas, sonriendo pícaramente.

Empecé a reír ante su interpretación. ¿Por qué seguía creyendo eso?

—¡Pues claro que no! —pensé un poco—. Lo extraño fue que no nos gritamos ni nada. De hecho, fue todo genial hasta que... Bueno, creo que dije algo que lo ofendió.

—¿Te dijo algo?

—No, eso es lo peor, que no me dijera nada —suspiré, dejando el vaso que no dejaba de intentar limpiar—. Simplemente se fue con mala cara.

Ella frunció el ceño.

—Déjalo, ya se le pasará —sonó una alarma—. ¡Sí, es la una! Por fin.

Se metió en el cuarto de empleados y vi que la mesa de Ethan estaba vacía. El dinero sobre ésta. Menos mal. Lo recogí, lo puse en la caja y me metí en el cuarto de empleados, vistiéndome con mi ropa de calle. Salimos las dos del bar y nos despedimos cuando ella se fue por un lado -ya que trabajábamos cerca de su casa- y yo me fui por otro.

Estaba empezando a gustarme trabajar de camarera. Aunque a veces Abigail era muy pesada y no me dejaba en paz, Sophia y las demás eran muy simpáticas. Todavía me consideraban novata, por lo que siempre estaban disponibles si necesitaba una mano de ayuda. Todavía no la había necesitado, pero nunca se sabe. Sophia se había convertido en poco tiempo en alguien a quien contarle mis problemas. Mi alternativa era mi padre, y, lógicamente, no iba a contarle mi vida a mi padre. También estaba mi madre, pero no quería preocuparla por cualquier tontería. Era capaz de cruzar el país y venir a rescatarme. Esa era una situación que evitaría.

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