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Desperté rodeada de unos brazos fuertes y bronceados, sintiendo algo rozándome la mejilla. Tenía la cabeza sobre algo duro. Abrí los ojos lentamente, sin ninguna prisa, y me descubrí abrazada al chico del cual me acababa de enamorar. Sonreí como una boba. Tenía la boca cerrada y las pestañas pegadas a los pómulos. Nunca, jamás, lo había visto tan calmado. Simplemente estaba relajado entre mis brazos. Intenté desasirme de su abrazo de oso posesivo y me aparté ligeramente. Al instante sus brazos volvieron a tirar de mí y me pegaron a su cuerpo caliente con más fuerza. Murmuró algo que comprendí.

—No, Mia... —gruñó.

Abrí los ojos desmesuradamente.

Estaba soñando conmigo.

Conmigo.

Me lo quedé mirando sorprendida, sin saber qué decir, para que después intentara quitarme su brazo de encima. Era tarde, las diez. No podía creer que hubiera dormido tanto tempo, cuando yo solía tener un máximo de las ocho u ocho y media -aunque ese máximo solía romperse cuando dormía con Logan-. Me levanté la cama y lo volví a mirar. Tenía los brazos extendidos en la cama que acababa de dejar vacía y apretó los dedos, como si buscara agarrar algo con fuerza. Reconocí el destello de su anillo plateado y sonreí.

Hasta que me metí en el cuarto de baño. Me miré en elespejo. Me veía cansada, pero feliz, como si de repente el mundo me sonriera, girando a mi alrededor. Efecto Logan. Me até el pelo en un moño desaliñado y me volví a mirar en el espejo. Estaba completamente desnuda, y, por suerte, mi padre estaría trabajando en esos momentos. Podía hacer lo que quisiera con Logan. Cualquier cosa. Eso era un abanico abierto de posibilidades. Me examiné con los ojos.

Y mi mirada se detuvo de golpe en un punto sobre mi cuello.

Tenía forma ovalada y era de un color rojo tirando a morado. Era pequeño, pero destacaba en mi piel algo bronceada. Me quedé embobada viendo que Logan me había hecho un chupón.

Un chupón. Logan. A mí.

Como mi padre lo viera...

O Sophia...

O cualquier persona.

Dios, eso iba a llevar un buen rato de maquillaje.

Me metí en la ducha y en menos de diez minutos ya estaba lista. Salí de ésta envuelta en una toalla. Pasé por delante del espejo, echando otra ojeada a mi cuello, a ese punto que destacaba en mi piel. Nada más entrar en mi habitación, encontré a Logan con los brazos cruzados detrás de su cabeza, mirándome con una sonrisa de pervertido total.

—Buenos días, nena —murmuró.

—Buenos días —lo saludé, para luego acercarme a él con una ceja enarcada—. ¿Has visto lo que me hiciste?

Señalé mi cuello y vi que sonreía como un angelito que nunca había roto un plato.

—No pude resistirme —se excusó.

—¿Qué le voy a decir a mi padre?

—Dile que es un golpe —se rió de mí.

Puse los ojos en blanco, aunque sonriendo, y me giré hacia mi armario. Me agaché y empecé a buscar ropa decente que ponerme. Casi al instante sentí las manos de Logan cogiéndome delas caderas y pegando su pelvis desnuda a mi trasero. Di un salto del susto. Él se rió suavemente.

—Eso ya es tentarme, nena —sonrió cuando me dio la vuelta, y enganchó un dedo en mi escote, tirando suavemente del nudo de la toalla.

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