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Esa mañana había ido a comprar, me había detenido un rato en la playa para tomar el sol y había decidido ir a dar una vuelta por la zona. No sabía muy bien dónde iba, pero mi padre me había dicho que había una biblioteca maravillosa al otro lado de la localidad. Así que fui en busca de ella. Logan no había intentado ponerse en contacto conmigo desde lo sucedido el día anterior, y de alguna forma se lo agradecía, no sabía qué sentía cuando estaba con él, pero sabía que eso debía parar.

Cuando encontré la biblioteca, decidí que pasaría ahí la mayor parte del día a partir de ese momento. Había estado considerando dejar el puesto de camarera. No quería volver a cruzarme jamás con Ethan, y menos después de la mirada de odio que me había dedicado unos días antes cuando había creído que yo había sido la que había incendiado su coche.

Dios mío, era irreal.

Yo no era esa, yo no me metía en esas peleas callejeras ni en medio de dos pandillas. Yo no era así. Desde lo sucedido tras el divorcio de mis padres, había decidido no acercarme tanto a alguien como para que me hiciera daño, y había terminado metida de lleno en medio de un conflicto entre dos pandillas, entre dos personas que se odiaban, con un coche incendiado del cual no tenía nada que ver y había conocido a Logan.

Tenía que dejar de pensar en él.

Salí de la biblioteca unas horas después, y agaché la cabeza. Había mucha humedad y la odiaba. Hacía que mi pelo quedara como un escobón. Seguí andando, mientras revisaba los mensajes que acababa de recibir, y descubrí uno de Sophia.

Sophia: Hey, he quedado con un chico guapísimo y con su amigo no tan guapísimo esta noche, ¿te apetece?

Puse los ojos en blanco y le respondí que quizás iba. Ese era el objetivo, despistarme de todo lo sucedido los últimos días.

—Mia.

Me giré desconcertada. No había nadie más en la calle.

—Mia.

Me giré para seguir andando, pero encontré un pecho justo delante de mí. Fruncí el ceño al ver la cara de Ethan con una sonrisa de oreja a oreja. No me dio tiempo a reaccionar cuando Ben me cogió por detrás, aprisionándome. Me quedé paralizada cuando vi que se apartaban a un lado de la calle, en la boca de un callejón. Me retorcí, sintiendo mi corazón acelerándose por momentos.

—¡Suéltame, joder! —grité—. ¡Voy a gritar!

—Ya lo estás haciendo —respondió Aiden, uniéndose a la conversación.

Genial, ahora éramos tres contra uno.

Sentí que mi terror iba aumentando a medida que Ethan se acercaba a paso lento hacia mí, como si disfrutara de la situación.

—Pero si tenemos aquí a la zorrita que me quemó el coche —su sonrisa parecía de alguien tranquilo, pero su mirada destilaba odio—. ¿Te lo pasaste bien haciéndolo? Seguro que te quedaste a gusto.

—Yo no lo hice —murmuré, frunciendo el ceño—. Fue otro.

—¿Te crees que es gilipollas? —preguntó Ben en mi oreja.

—Suéltame, yo no tengo nada que ver con vuestras mierdas.

Escuché la débil risa de Aiden.

—Todo está relacionado contigo, bonita.

Me retorcí en los brazos de Ben, deseando poder irme de ahí y olvidarme de ellos de una vez por todas. Pero los brazos me aprisionaban como un muro de carne. El único que parecía disfrutar de la situación era Ethan, que se acercó a mí y me cogió del mentón con un dedo, levantándome la cara para que lo mirara.

EssenceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora