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Llegué a trabajar el miércoles con la cara larga. El día anterior había estado en la playa tumbada y me había quedado dormida. Menos mal que me había acordado de ponerme crema solar, porque ahora solo se apreciaba un poco de bronceado y algunas zonas rojizas -como los pómulos y los hombros-. Pasé las dos primeras horas sin ninguna distracción -a parte del dedo inútil, cortesía de Logan-. El trabajo se me había hecho muy sencillo a lo largo de esos días, y cada vez lo hacía con más fluidez. Conocía a algunos clientes de haberlos vistos otros días, por lo que ya supe más o menos qué querrían. Sophia no dejaba de recordarme que después del trabajo tendríamos una fiesta, y Abigail no dejaba de mirarnos con mala cara. ¿Le molestaba que fuéramos a una fiesta o qué?

A las doce y media empecé a observar con más cautela la puerta del bar. Unos minutos más tarde apareció el grupo de Ethan, con él encabezándolo. Me sonrió al verme y le devolví la sonrisa. Reconocí a Aiden, Doug y Ben, a los cuales también saludé, aunque algo menos amistosa. Me acerqué a ellos con rapidez.

—¿Qué os pongo?

—Lo de siempre, guapa —dijo Ben con una enorme sonrisa.

—Seis cervezas. Ahora vuelvo.

Fui a la barra y cogí seis vasos, rellenándolos todos con el mismo líquido dorado espumoso. No sabía cuantas veces me había saltado las normas en cuanto al alcohol, pero sabía que no eran pocas.

En el momento en que rellenaba el último vaso de cerveza, el tintineo de la campana, la cual sonaba cada vez que se abría la puerta, hizo presencia. Levanté la cabeza y me quedé paralizada al ver a Logan, Ryan y Jay entrando en el bar con aires de tranquilidad. Ryan se quedó quieto al ver a Ethan y sus amigos, los cuales también habían finalizado su conversación para mirarlos.

—¿Qué ocurre? —susurró Sophia.

—No lo sé.

La tensión se podía cortar con un cuchillo, ni siquiera era consciente de qué ocurría. Finalmente, vi como Logan le decía algo a Ryan, tiraba de su brazo, y lo dirigía a la mesa de al lado. No me di cuenta de que todavía estaba rellenando la cerveza hasta que se derramó sobre mi mano. Dejé el vaso junto a los otros, sobre la bandeja, y me acerqué a paso rápido hacia la mesa de Ethan. Dejé la bandeja y coloqué uno delante de cada uno.

—Oye, Mia, ¿por qué dejas que entre esta chusma en el bar? —preguntó Ben, con una mueca de desprecio.

—Tienen el mismo derecho a entrar que cualquier otro —respondí, seca.

Dicho esto abandoné su mesa y me dirigí hacia la barra, aunque la mano de Ryan me cogió del brazo antes de que pudiera seguir mi camino. Por primera vez desde que lo conocía, estaba serio.

—¿Por qué no nos avisasteis de que esos estaban aquí? —preguntó.

—¿Qué hay de malo en ello?

Jay y Ryan intercambiaron una mirada. Me fijé en que Logan simplemente miraba la mesa vecina. Vi que algunos de esa mesa lo miraban con la misma expresión de enfado, pero la de Logan era peor. Tenía la expresión serena, como si no le importara en absoluto lo que ocurría, pero no era así. Había algo en su mirada que destilaba odio hacia ellos. Por un momento, me pregunté qué ocurriría, pero después recordé que, de alguna forma, estaba con clientes.

—Todo está malo con ello —Jay negó con la cabeza—. Y peor es que los atendáis solas.

—Por ahora, no me han hecho nada —murmuré, frunciendo el ceño—. Bueno, uno de ellos tiene la mano algo larga, pero de ahí a tenerque preocuparse...

—¿Qué significa exactamente la mano larga? —la voz de Logan me interrumpió.

No esperaba que hablara, ya fuera porque estaba más concentrado con la otra mesa o porque, de alguna forma, nos llevábamos fatal. Él me miraba ahora con la misma expresión que había dedicado a esos, o una peor.

EssenceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora