UNO

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Cuando Iris tenía tan solo diez años comenzó a entender que el "felices para siempre" no existía, tal vez fue ante la muerte de su abuela materna y como su abuelo se hundió en depresión al ya no tener al amor de su vida a su lado o tal vez fueron ...

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Cuando Iris tenía tan solo diez años comenzó a entender que el "felices para siempre" no existía, tal vez fue ante la muerte de su abuela materna y como su abuelo se hundió en depresión al ya no tener al amor de su vida a su lado o tal vez fueron las peleas que comenzaron a surgir entre sus padres, cualesquiera de las dos le llevaron a entender que las tan apreciadas películas de Disney que siempre miraba con gusto eran solo eso: películas.
Si bien era una niña aún ya tenía bastante claro una sola cosa: nada duraba, ningún tipo de relación ya sea amistad o noviazgo o lo que fuese, siempre todo se terminaba, el ciclo se cortaba y no importaba qué ella debía seguir.

Sus padres, sus abuelos y cualquiera que la conociera le repetían que tenía carisma, bondad y elocuencia en sus venas, que era algo natural. Si bien no entendía al principio le gustaba la forma en la cual se la decían, daba a entender que era algo bueno y tal vez si ella era buena sus padres dejarían de pelear y volvieran a amarse como en un comienzo.

Iris siempre sonreía y era amable con todos, no importaba si era niño, niña, adulto o anciano, ella no dejaba de ser amable con nadie y jamás dejaba de sonreír. Le gustaba repartir felicidad pero aún más le gustaba recibir una sonrisa a cambio.

Sin embargo, hubo un tiempo en el que ella se apagó. Cuando Iris cumplió once años se tragó la noticia que su madre les había abandonado. Y aunque al comienzo lo tomó como una broma de mal gusto logró darse cuenta luego de tres horas buscando el mínimo objeto que hubiese pertenecido a su progenitora, pero no fue así. En la casa de Iris no había nada de aquella mujer, nisiquiera un pendiente o foto. Era como si hubiese desaparecido, y junto a ella el carisma de la niña.

Y ahí fue cuando volvió a confirmar que todo se terminaba, que todo lazo se rompía. No importaba cuánto se hubiese esforzado en ser amable y gentil, su mamá la había dejado. Los primeros meses fueron duros para la niña, pero aún más para su padre: Iris solo comía si se le obligaba, no prestaba atención en clases, no hablaba, no jugaba, era solo un cuerpo. Fue allí cuando Marcus tomó la decisión de dejar Brooklyn para ir a un pequeño pueblo, Forks.

Estaba esperanzado que aquel lugar levantará a aquella dulce niña que adoraba con todo su ser. Y así fue, o al menos eso creyó él al comienzo.
Iris había pasado de un extremo hacía el otro: se desvelaba estudiando, sonriendo, siendo amable e hiperactiva. Iris quería que su padre la adorara al punto de jamás abandonarla. Costó años de terapia lograr que aquella niña comprendiera que no tenía que sobreexigirse, que no había nada malo en ella y que el abandono de su madre no tenía nada que ver con ella.

Funcionó, en parte, porque seguía exigiéndose los sobre salientes, seguía anotándose en las materias extracurriculares y por sobre todo, seguía siendo amable y alegre con todos. Ya no lo hacía por temor u obligación, sino porque quería.

Habían dos personas que Iris no quería a su alrededor y que no lograba soportar en absoluto: Jessica Stanley y Mike Newton.
Recuerda como el segundo año escolar, cuando tenía doce, como la niña quiso cortar un mechón de cabello de la rubia. Y como Mike sujetó sus manos para así evitar que Iris no peleará con Jessica.
Había largado el llanto y en su mente ya imaginaba el horrible corte de cabello que iba a tener, pero el corte jamás llegó.

Cuando abrió sus ojos frente a ella habían dos niñas: una morena con el rostro enojado que sostenía de la remera a Jessica y una castaña que la miraba con pena.

-¿Quieres que te rompa la nariz de nuevo, jestonta? - habló la morena con un acento distinto, causando que la nombrada negara- Entonces vete junto con Newton y dejen a la rubia en paz - soltó a la niña y la empujó- ¡Ahora! - pisoteó-.

Ella seguía lloriqueando, no sabía si llorar y agradecerle o llorar y esconderse.

-¡Hey! No llores, Jessica tiene algo con el cabello de las demás, a Amélie le hizo lo mismo cuando teníamos siete - habló dulce para luego acariciar la cabeza de la niña- Soy Atenea, ¿y tu eres? - extendió su mano en forma de saludo-.

-Iris - recibió tímida la.mano para agitarla y con la contraria limpió las lágrimas que quedaban en su rostro-.

-Soy Amélie - sonrió por detrás una niña con el cabello inflado por la humedad-.

Aquel día, Iris volvió feliz de la escuela pero no con aquella felicidad fingida sino que en su rostro y en su mirada se notaba la luz que alguna vez se había extinguido. Y junto a la felicidad de ella, brotó la de su padre.

Iris, Amélie y Atenea se habían vuelto inseparables desde aquel día. Con el pasar de los años era una costumbre estar una vez por semana en la casa de alguna viendo "Mamma mía" o tal vez bailando al ritmo de canciones pop.

Iris era la estrella del grupo, siempre sonriendo e impecable, Atenea al comienzo la llamaba "princesa" por sus perfectos modales, la rubia siempre vestía faldas y sweaters cuando no utilizaba vestidos cortos, y no hablar de su característico collar de perlas.

Atenea, era morena de piel y agresiva de alma (o al menos así se definía ella). Sus padres eran latinos y aquello corría por su sangre, destacaba entre todos. Siempre con sus perfectos conjuntos que resaltaban sus curvas y denotaba su personalidad. Jamás regalaba una sonrisa si no era a Iris o Amélie y algunas veces era agresiva pasiva aunque otras tantas era agresiva agresiva.
Y por último, Amélie. La pubertad había hecho un excelente trabajo con ella, la castaña a era una dulzura. Era la más alta de las tres, y siempre pasaba desapercibida cuando no estaba con sus dos amigas, bastante inteligente al igual que tímida. Sonreía gran parte del tiempo, cuando no estaba sonrojada porque alguien la había mirado más de dos minutos y siempre había congeniado con Atenea, era aquella calma después de la tormenta.

En la secundaria Forks no había quien no adorara a las muchachas, bueno, si Jessica y Mike pero aquí entre nos, sabemos que no son nadie. La "rivalidad" entre ellos había surgido tras el incidente entre Iris y Jessica, desde allí la segunda se dedicó a hablar mal del trío y a darles miradas nada agradables las cuales las tres muchachas se dedicaban a ignorar.

Fue por ello, que Iris quedó confundida cuando los Cullen se dedicaron a ignorarlas desde el primer encuentro.

Fue por ello, que Iris quedó confundida cuando los Cullen se dedicaron a ignorarlas desde el primer encuentro

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ADORE YOU ~ EMMETT CULLENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora