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La molesta morena se encontraba cerrando la única librería del pueblo, luego de su graduación y tras estar en el mismo lugar que su rubia amiga había corrido a llenar cientos de currículums para obtener un trabajo de tiempo completo, no sabía que hacer de su vida por lo que sabía de ante mano que tendría que echar una mano en su hogar.
Envidió unos momentos a Amélie, era la única que había partido hacia la universidad, en Brooklyn. No era sorpresa para nadie que iba a estudiar veterinaria, desde que se habían conocido ella había derrochado aquella admiración por los animales.
Mientras que ella e Iris se encontraban en el limbo de sus carreras profesionales, en menos de un mes las dos chicas habían averiguado exactamente trece carreras cada una para quedar en la nada misma.
Eran apenas las siete de la tarde en el pequeño pueblo de Forks sin embargo, el cielo ya estaba oscuro y las farolas iluminaban las desiertas calles. Sacó el juego de llaves de la cerradura para luego guardarlas en su mochila y emprender el corto camino hacia su hogar. Era lo único bueno de vivir allí, todo quedaba cerca de todo y todos se conocían con todos (aquello había hecho que varias veces le jugarán malas pasadas con sus padres)
Cuando cruzó la calle pudo divisar un Volvo único, soltó un inaudible insulto para seguir con su caminata pretendiendo ignorar el automóvil pero parecía que la persona dentro de éste no pensaba hacer lo mismo. Cuando Atenea sobrepasó unos pasos el coche encendió sus farolas iluminando aún más la calle a la vez que el motor rugía muy levemente, ignoró aquello y dió vuelta su mochila para sacar sus auriculares. El auto se movía a una velocidad mínima casi a la par de ella por lo que se apuró en sus ágiles movimientos, una vez que tuvo el objeto blanco en su mano lo conecto a su teléfono para meterse a Spotify y poner música aleatoria.
-Atenea - oyó aquella inconfundible voz en un tono bajo debido al volumen de la canción- vamos, deja de ignorarme -.
No volteó a verlo, era la última persona que quería ver. Bueno, luego de Isabella aunque si la veía estaba completamente segura que rompería su nariz. Si había algún defecto que la morena no podía cambiar era su resentimiento, vaya que la muchacha lo había intentado sin embargo siempre que intentaba dar una segunda oportunidad el enojo volvía a ella y, generalmente, terminaba a los golpes.
Ahogó un grito cuando el móvil giró bruscamente hacia su dirección en la próxima esquina, sintió como su sangre hirvió en molestia pura, arrancó sus auriculares para caminar directo al móvil y darle una patada.
-¿Te has vuelto loco, imbécil? - habló en un tono alto, clara señal de molestia-.
-¿Vas a seguir ignorandome? - le respondió el cobrizo ignorando su acción anterior-.
-Mueve el maldito auto si no quieres que lo destroce, idiota - cerró sus manos en unos apretados puños, quería comérselo vivo y no en un buen sentido- ¿Qué mierda te da risa? - se alteró aún más cuando vió una pequeña sonrisa en el rostro del pálido muchacho-.
