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-Espera, ¡¿qué?! - su padre mantenía los ojos bien abiertos mirando a las tres muchachas que estaban sentadas frente a él desayunando, primero su vista fue hacia la morena la cual ignoró la pregunta y centró su atención en el jugo que bebía, luego fue hacia la castaña la cual solo sonrió dándole un codazo a la rubia-.
-No te asustes papi - se levantó de su lugar para terminar parada frente a su padre- pero hay un chico -
-Muy apuesto - añadió la morena causando que su padre perdiera el color de su rostro-.
-Que va a venir a buscarnos para llevarnos a la escuela - miró mal a su amiga- Es Emmett, el hermano de Rosie y Alice - llevó su mano al hombro del progenitor- creo que me - quiso decirlo en voz alta pero se reprendió mentalmente- solo va a ser hasta que Amélie tenga de nuevo su bebé - sonrió-.
-Muchachos - suspiró profundamente para tomar asiento- ¿Quieres tener esa plática?-.
-Demonios no - negó alterada- tuvimos esa charla cuando cumplí catorce, ¿recuerdas?-.
-¡En ese entonces creías que los muchachos tenían piojos! - replicó-.
-Señor Olsen - Atenea se levantó para quedar en cuclillas frente al hombre- Usted es mi segundo padre, lo sabe perfectamente por ende Iris es mí hermana. Jamás dejaría que un idiota la toque - tranquilizó la morena-.
-Además - intervino la castaña- Iris ya se está encargando de alejarlo por si sola. Está cegada con que no puede ser amiga del Cullen -.
-¿Ese no era el muchacho al que no le agradabas? - la miró confundido-.
-El mismo que el otro día quiso besar a su niña aquí en la entrada de su casa - agregó animada la morena, obteniendo una pequeña patada de la rubia- ¡oye! - se volteó a verla- pero no iba a pasar porque a Iris no le gusta, ¿cierto? - la miró juguetona-.
-Callate - empujó a la morena con su pie-.
Dos bocinazos causaron que Marcus se levantará de su puesto para observar por la ventana al Jeep en la entrada de su hogar, fuera de él había un chico que debía medir aproximadamente 1,87 o más, tenía mucha musculatura y pelo tan negro como la noche. No podía negar que era apuesto y eso causó cierto miedo en su niña. Sabía que su pequeña ya no era pequeña y que en algún momento iba a enamorarse, algún día iba a llorar por un corazón roto y él iba a estar allí dando su apoyo incondicional. Sabía que iba a graduarse, que iba a formar una familia y casarse para luego abandonar el nido. Pero no pensó que iba a ser tan rápido.
Ante sus ojos, Iris aún era esa pequeña niña amable y risueña de seis años, aquella que seguía teniendo aquel miedo al abandono y seguía cantando canciones de Disney sin parar. Seguía siendo su niñita, aquella que aún lo llamaba infantilmente "papi", aquella que adoraba despertarlo saltando en la cama los domingos. Aquella que era alegre y siempre estaba rodeada de sus dos incondicionales amigas.