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—Silvia, me preguntaba si estabas disponible para... —Armin se mutó al toparse con el azabache— Oh, buenas noches capitán.
Levi movió la cabeza actuando como si no hubiera pasado absolutamente nada antes de que se abriera la puerta. Yo me dedicaba a mirar la portada del libro y actuaba como si la portada del libro que sostenía entre mis manos fuera interesantísima cuando en realidad era tan vieja que no se entendía muy bien las letras del título.
Para nuestra suerte el rubio traía su mirada en unos papeles que llevaba, de esta manera nos dio aún más tiempo para que yo bajara del escritorio y que Levi se alejará lo suficiente para no levantar sospechas.
Por primera vez en mucho tiempo algo nos salía bien.
—¿Qué necesitas Armin? —pregunté con una sonrisa.
—Ah, sí —me extendió unas hojas— son unos documentos que encontré de la familia Reiss, pensé que también estaría interesado Capitán.
Tomé los papeles para leerlos, el ojiazul mayor se puso a mi lado para poderlos leer de igual manera.
—Trágico accidente en una iglesia —leyó el azabache en voz altas. Alcé una ceja.
—Esto nos puede servir, gracias Armin —lo miré con una sonrisa— tal vez podemos deducir dónde tienen a Eren e Historia.
—Armin, ¿te molestaría quedarte con nosotros a analizar esto? —preguntó Levi mientras tomaba unos cuantos papeles.
—En lo absoluto, Capitán —contestó el rubio.
Al escuchar esto le ofrecí la mitad de los papeles que me quedaron, nos sentamos en unas sillas cercanas y comenzamos nuestro trabajo.
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Lo único que logramos rescatar de la información de aquellos papeles era la gran sospecha de los hechos de hace cinco años.
Unos aseguraban que unos ladrones entraron a la iglesia en la misma noche que los Reiss rezaban, los asesinaron y un accidente hizo que la iglesia se consumiera en llamas, inexplicablemente las pertenencias de aquel lugar estaban ahí, quemadas, pero se encontraban ahí, es decir, los supuestos ladrones escaparon con las manos vacías.
No tiene mucha lógica, ¿cierto?
Sin embargo, un periódico aseguraba que únicamente hubo un terrible incendio que causó la muerte de la familia, claro, a excepción de Rod Reiss.
—Por lo que me contaron, Rod fue a ver a Historia hace unos años ¿no? —pregunté.
—Hace cinco años —aclaró el rubio— fue el día que asesinaron a su madre.
—También cuando le cambiaron el nombre —completó Levi.
Mientras hablaban comencé a analizar la situación sin despegar mi vista de la fecha escrita en los papeles.
