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—¿Me llamó Capitán? —entré a la oficina, cerrando la puerta detrás de mí.
—Va a haber una junta para una siguiente expedición —alcé una ceja.
—¿Con una tropa menos? —asintió.
—Erwin quiere averiguar sí hay otro infiltrado que no pertenezca a tu generación —asentí— aunque eso es información confidencial, así que no lo andes contando a los demás mocosos.
—¿Entonces por qué me lo cuenta? —me senté en la silla frente a su escritorio— ¿Cómo sabe que no soy alguna infiltrada?
—¿Eres una infiltrada?
—No.
—Entonces ya sé que no lo eres.
Reí al mismo tiempo que cruzaba mis brazos y apoyaba mi espalda en el respaldo de la silla.
—¿Qué tal si estoy mintiendo? —pregunté sin borrar mi sonrisa.
—¿Estás mintiendo? —rodé los ojos.
—¿En serio se va a creer todo lo que diga?
—Tal vez.
—¿Por qué? — le comienzo a inquerir.
Se presentó un silencio, me atrevía a afirmar que estaba pensando la respuesta.
—Solo te diré que ya he visto una versión de ti de la cual, nadie me va a hacer dudar.
Sentí un ligero ardor en las mejillas. Me había sonrojado ligeramente. Era otra indirecta que lanzaba.
Así habían sido las indirectas desde la semana pasada, como una especie de juego. Unas veces las lanzaba yo y otras veces las lanzaba él.
Estaba comenzando a comprender que no fue una completa tontería el haberme fijado en él, y si fuera así, ambos cometimos la misma idiotez. Al menos no estaba sola.
Tampoco era novedad que venía a su oficina a verle con excusas tontas provenientes de él y a veces mías.
—¿Necesita ayuda en algo? —pregunté mientras veía de reojo la pila de papeles.
—No tienes el rango necesario para poder leer estos expedientes —me encogí de hombros.
—La intención es lo que cuenta, ¿no?
—Solo en esta ocasión, en las batallas...
—No basta sólo con la intención —completé con una sonrisa— ya lo sé Capitán.
Miró detenidamente mi rostro, y yo no desaproveché la oportunidad para hacer lo mismo.
Y ¿saben qué pasó? ¡Asi es! Nos volvieron a interrumpir.
