29¦¦ 𝑴𝒐𝒏𝒔𝒕𝒓𝒖𝒐 𝒅𝒆 𝒍𝒂 𝑳𝒊𝒎𝒑𝒊𝒆𝒛𝒂

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Hanji comenzó a rebuscar en el cajón hasta que sacó de ahí una caja con varias llaves doradas, grabadas en ellas el número de la habitación a la que le correspondía

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Hanji comenzó a rebuscar en el cajón hasta que sacó de ahí una caja con varias llaves doradas, grabadas en ellas el número de la habitación a la que le correspondía.

—Ten —me extendió una de ellas, miré el número.

—¿Está a lado de alguien? —pregunté algo nerviosa.

—Es la que está a lado de Sasha.

Me rasqué un poco mi cabeza a la par que carraspeaba.

—De casualidad, ¿no hay una un poco más alejada?

La castaña me miró con una ceja alzada.

Aproveché sus minutos de confusión para idearme un plan para que no sospechara de mi ansiedad.

No podría estar tranquila sabiendo que en cualquier momento me daría un ataque de pánico y que muy probablemente sería escuchada por la persona de a lado.

Este era solo mi problema, y yo sola debía salir de este hoyo.

Tomé la decisión y tengo que afrontar las consecuencias.

—¿Para qué una alejada? —preguntó finalmente.

—Tengo el sueño muy ligero últimamente, con un mínimo ruido me levanto.

Contesté de la manera más neutral posible, tratando de no levantar ni una sola sospecha y al parecer, lo logré.

—Entiendo, también me pasa lo mismo.

Le sonreí triste, después ella siguió buscando con la vista hasta que me dió otra.

—Está tres habitaciones separada de la mía —dijo mientras cerraba la caja y la guardaba de nuevo en el cajón— antes de que llegaras tú, yo tenía la más alejada.

—Muchas gracias, Lentes.

Me sonrió mientras comenzamos a salir de aquella oficina para dirigirnos a mi habitación temporal.

—Creo que deberías cambiarte de ropa —mencionó— estar en uniforme te metería en muchos problemas.

—P-pero me quité la chaqueta.

—Aún así se nota que vienes de la milicia.

—Bueno, tienes un punto —confesé— aún así no tengo ropa extra.

—Creo que podemos buscar algo en la mañana —asentí— mientras tanto, descansa.

—De acuerdo, buenas noches Zoe.

La castaña asintió mientras nos separamos a nuestras respectivas habitaciones.

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La castaña rió como loca mientras yo me veía al espejo con los brazos cruzados y con ligera sonrojez en las mejillas.

—¡No te rías, Zoe!

Wᴇ·ʀᴇ HᴇʀᴏᴇsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora