¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Muchos dicen que al planear iniciar una relación hay que pensar en el futuro.
Me pregunto si existe tal cosa para Reiner o para mí.
No tengo idea si es a mi falta de madurez o mi inseguridad, pero el solo recuerdo de lo que había pasado hace apenas unos minutos me causaba un revoltijo en el estómago. La vergüenza se manifestó en mi pecho provocando un ardor en mis pómulos. Cubrí mi rostro con mis manos mientras apoyaba mi frente en mis rodillas.
¿Qué fue lo que pasó?
¿Por qué hui sin más?
El crujir de una rama hizo que alzara mi vista y agudizara mi oído. Me viré para encararme con la persona que se escabullía entre los arbustos. Mi corazón comenzó a latir con fuerza al pensar, por un segundo, que la identidad de aquel individuo era del rubio.
Aunque me doliera el corazón, lo que menos quería era hablar con él.
Sin embargo, al notar la complexión distinta al igual que una cabellera castaña mi respiración se regularizó en un suspiro.
—Hola —saludó con una sonrisa. Le devolví el gesto, aunque mi expresión denotaba tristeza.
—¿Cómo me encontraste? —pregunté devolviendo mi mirada a las estrellas del cielo mientras abrazaba mis piernas, sentí la brisa nocturna en mi rostro.
El sonido que provocaban sus botas al pisar las hojas que cayeron de los árboles acompañaban el cantar de los grillos, creando así un ambiente relajante.
—Mikasa, Armin y yo nos separamos para tratar de hallarte —contestó mientras tomaba asiento en mi lado derecho— al igual que recordé aquella vez que me dijiste que te gustaba la vista al lago desde aquí.
Recuerdo aquel día. Fue cuando recién ingresamos a la escuela de reclutas, cuando el instructor nos pidió correr con nuestras mochilas pesadas unos cuantos metros para ejercitar nuestra resistencia. Al llegar a nuestra meta, nos permitió un descanso de treinta minutos, Eren, Mikasa y yo nos aventuramos a alejarnos de los demás, parecía que estábamos en una especie de colina lo que ayudaba a darnos una vista desde arriba del lago el cual estaba rodeado de pinos color verde oscuro, casi tirando a una tonalidad negra, lo que provocaba que el azul del lago resaltara de una forma hermosa. Siempre me ha gustado el azul en ese tono en específico.
Azul unos tonos más oscuros que el cielo, ese mismo que era casi inexistente.
Aquel único tono que colorea las alas de la libertad, aquellas que anhelaba tener en mi espalda y pecho.
En ese momento le dije a mis amigos que era la vista más hermosa del mundo solo por la presencia del lago, y que, sin la presencia de su color, esta vista no sería más que un verde más.
