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Habían pasado 4 años desde el fin de la guerra, desde la caída del señor tenebroso, sin embargo para Severus  el tiempo era un extraño borrón; su vida se limitaba dar clases de pociones, mantener unas cuantas charlas con Dumbledore o Minerva (quienes para su desgracia se habían tomado la misión de mantenerlo vigilado y,en sus propias palabras, "reducir al mínimo necesario su vida como ermitaño") además de visitar ocasionalmente a su ahijado. Esta última no resultaba una menor tortura que las otras dos, puesto que con cada visita era sometido a un riguroso interrogatorio por Narcisa y Lucius, la primera preguntando sobre su inexistente y deprimente vida amorosa, y el segundo más bien preocupado por cómo llevaba el superar lo ocurrido unos años atrás, ya que ambos habían servido como espías para el lado de la Luz, viéndose obligados a presenciar y cometer actos que aun los perseguían por las noches, donde los sueños se volvían una verdadera tortura.
Resultaba evidente que Lucius había logrado sobrellevar mejor la situación, pero visitarlo no hacia más que recalcar su propia incompetencia dejar atrás aquella época.

Al igual que su viejo amigo, todos parecían poder continuar con su vida, como si la guerra hubiese sido no más que un mal y pasajero sueño, sin embargo para el significó la realización de constantes sacrificios, mancharse las manos para evitar que otros lo hicieran y finalmente la pérdida de la única mujer a la que amo.

Con un simple suspiro se levanto dejando a un lado sus pensamientos, como lo haría cualquier otro día, deseando no tener que dar clase a un grupo de niños inútiles que no reconocerían la belleza del arte de las pociones, sin embargo, algo fue diferente esa mañana, puesto que cuando se dirigía hacia la puerta de sus aposentos, las llamas de la chimenea se hicieron presentes y tomaron un color verde brillante. Por un momento se planteó simplemente ignorarlas y continuar con su rutina pero la curiosidad terminó por ganar la partida. Maldiciendo su suerte se aproximó a la chimenea.

Si hubiera caminado más rápido me pude haber librado de esto, pensó.

Cuando se encontraba solo a un par de pasos le fue posible distinguir el rostro entre la llamas. Simplemente no podía tener mejor suerte, era Dumbledore. Sin embargo la molesta sonrisa que el hombre parecía tener fija en la cara, era más bien una extraña mueca que era frecuente durante los días en que la guerra no era favorecedora.

Antes de poder decir algo Dumbledore inicio a hablar - Mi muchacho, disculpa que te moleste tan temprano, espero no haber interrumpido - exclamo con cierta premura.

- No más de lo habitual, ¿Qué necesitas Albus?

- ¿Sería posible que nos reuniéramos en mi oficina a la brevedad ?, hay un asunto que considero podría resultar involucrarte

- ¿Acaso tengo alguna alternativa ? - replicó Severus, consiente de que aunque se inventara algún pretexto, el director encontraría la forma de que se terminaran reuniendo de inmediato.

- Lo siento muchacho, no te molestaría de no ser un tema importante - y con eso su rostro desapareció de las llamas

........................

Severus se encontraba frente a Dumbledore, ambos sentado, este ultimo se dedicaba a mirar casi con resentimiento un grupo de papeles entre sus manos, algo inusual al tratarse esto de lo que sería un típico archivo muggle en vez de un pergamino. No pudo evitar notar que la postura del director era tensa y que la falsa sonrisa que mantuvo en su breve platica previa, había desaparecido siendo sustituida por una expresión que, si no resultara tan extraño, habría jurado era de culpa.

- Albus, a diferencia de ti, tengo un grupo de estudiantes a los cuales dar clase en una hora, así que sería bueno que me dijeras por qué era tan urgente verme

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