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Harry despertó sintiéndose calientito, realmente no quería levantarse, no recordaba haber dormido así nunca.

Con sus tíos estaba acostumbrado a despertar en las noches por que hacía mucho frío, el tenía una cobija, por supuesto, pero era delgada y pequeña, por lo que solía despertarse temblando y con la nariz congelada, ademas tenía que competir su cobija con su soldadito, el había escuchado desde su alacena una película que su primo estaba viendo en la que los juguetes despertaban cuando nadie los veía, el no estaba muy seguro si era verdad pero no quería arriesgarse a que el pobre soldadito se enfermara. Su tía solía decirle que no debía quejarse por que siempre había personas que estaban peor y el debía de agradecerles por lo que le daban, Harry sabía que ella tenía razón, pero no entendía por qué dejaban un par de mantas dobladas en la sala si nadie las usaba y el teñía prohibido tocarlas; la navidad pasada en una noche especialmente fría en la cual no había podido dejar de temblar,  aprovechando que su tia no había cerrado la alacena por fuera y pensando que si la devolvía temprano nadie notaría el cambio, el había tomado una de las mantas, el problema fue que se había quedado dormido por lo que su tía lo había descubierto, estaba de más decir que tanto ella como su tío le dejaron muy claro que el no tenía derecho a tocar sus cosas.

En el orfanato las cosas eran diferentes, por fin había tenido una cama y toda para el solito, y las sábanas eran calientitas, lo malo era que el cuarto también era muy frío, pero hoy parecía diferente. Tal vez sería buena idea dormir un poquito más, al fin de cuentas es domingo pensó, su mente aún se encontraba adormilada, era raro que pudiera dormir toda la noche, por lo común intentaba despertarse varias veces, si no lo hacía tenía sueños feos, y eso significaba que despertaría a las demás personas, sus tíos no se mostraban muy alegres después de eso,por lo que ya se había vuelto un hábito.

Estaba apunto de volver a dormir cuando recordó lo que había ocurrido antes. De un brinco se sentó en la cama y a toda prisa busco por la habitación al señor Severus, su corazón estaba latiendo muy rápido y podía sentir sus ojos llenarse de lagrimas, el no quería que se fuera, nadie le había leído nunca un cuento ni le había dado dulces, ademas el había dicho que lo adoptarían, ¿Por que se había ido sin el?, quitándose aquello que antes lo cubría se puso de pie y caminó por la pequeña habitación, como si de la nada el hombre fuera a aparecer, incluso lo busco debajo de la cama, pero no había nadie ahí.
Quizás estaba hablando con el señor Abner, pensó, sintiendo un poquito de esperanza, sin embargo, cuando su vista  se dirigió a la pequeña ventana se dio cuenta que ya era de noche.

Era claro que el señor Severus de había ido, de seguro se había dado cuenta que era malo y no merecía que lo quisieran, ¿Por que alguien así querría adoptarlo?, había  sido muy tonto al pensar que lograría ocultar lo que verdaderamente era, raro, fenómeno, susurro su mente. Su pecho había comenzado a doler y su visión se puso borrosa, pero se negó a llorar, era lo que se merecía; se quedó un rato más de pie en medio de la habitación mirando la puerta, en silencio pidiendo que de repente se abriera y le dijeran que se podía ir con su nueva familia, el quería a sus papás aunque no los había conocido, pero también quería un papá y un abuelito nuevo, aunque le daba un poco de miedo que ellos lo trataran como lo hacían sus tíos.

Estuvo ahí parado hasta que la luz comenzó a entrar por la ventana, haciendo que su compañero de habitación se despertara y posteriormente se levantara para irse a recibir el desayuno, así que lo había empujado para pasar, llamándolo estorbo, repitiéndole aquellas palabras a las que tan familiarizado estaba.

Finalmente se resignó a que nadie iba a entrar, decidió ir de nuevo a su cama, le dolía su pancita y no tenía hambre. Cuando estaba por subir a la cama se dio cuenta de lo que estaba sobre esta, lo tomo con sus manos y se dio cuenta que era un abrigo ¡Era el abrigo del señor Severus! Si el había olvidado su abrigo, significaba que volvería a recogerlo, entonces el podría convencerlo de que no era tan malo y que podía cambiar para que lo quisiera.  Así que debía cuidar mucho el abrigo, si el lo cuidaba lo suficientemente bien quizás ayudaría a que cambiara de opinión y ahora si quisiera adoptarlo. Pensó en doblarlo y dejarlo entre su ropa, pero los otros niños en ocasiones entraban y tiraban sus cosas, así que no era una buena idea, tal vez lo debía de llevar consigo, pero si lo llevaba es sus manos se arrugaría ... así que la mejor opción  sería ponérselo, así se aseguraría que nadie se lo quitara y no se arrugaría, el había  visto que cuando los sacos de su tío estaba arrugados el se los ponía e inmediatamente quedaban muy lisos, incluso era difícil que los abotonara, esperaba que con el funcionara igual.

HOMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora