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Las cosas se habían puesto bastante tranquilas después de que Albus y Poppy se fuera, ellos habían platicado un rato más y por insistencia de la medimaga, el director había accedido a cambiar las cortinas haciendo que los dragones dejaran de volar a lo largo de toda la tela, ya que, a final de cuentas ellos no estaban seguros de que tanto sabía Harry respecto a la magia y preferían tratar el tema con tranquilidad, sin embargo se había negado a darles a los dragones un color más ... discreto como había pedido Severus, y a pesar de que lo había intentado en cuanto los dos mencionados se fueron, le fue imposible remover o modificar dichas cortinas.

Ahora, el profesor de pociones se encontraba sentado en un sillón frente a la cama de menor, previamente se había tomado la libertad de instalar un hechizo que le informara si despertaba mientras preparaba un par de pociones que serían necesarias en los próximos días y que esperaba ayudaran a mejorar, aunque sea un poco, la salud de el niño.

Su parte racional le decía que no era necesario que se quedara durante toda la noche ahí sentado, que lo mejor sería ir a su propia cama e intentar dormir, confiando en que el hechizo, que normalmente se usaba en bebés, le informara de el momento en que el niño despertara, sin embargo, le resultaba imposible despegarse  de ahí, ansioso ante la idea de que algo ocurriera en algún descuido, aunque tampoco se el podía culpar puesto que el pequeño mantenía una respiración, que si bien era tranquila y regular, era bastante superficial para su gusto, y la palidez de su rostro tampoco ayudaba a calmar su inquietud.

Es más fácil de esta manera, levantarse  y tener que atravesar el pasillo cuando al mocoso se le ocurra despertar, sin lugar a dudas sería una molestia mayor, se dijo, intentado fundamentar su necesidad de estar ahí, así que con un simple movimiento retiro el hechizo.

Conforme pasaban las horas se permitió perderse en sus recuerdos y pensamientos, imaginando cientos de escenarios sobre lo que pasaría a continuación, hasta que estos se volvieron  cada vez menos coherentes a medida que el suelo se apoderaba de él, para finalmente quedarse profundamente dormido.

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Nuevamente se sentía calientito y muy cómodo, con unas inmensas ganas de no moverse del lugar donde se encontraba, sintiendo aquella tela suavecita cubrirlo, sin embargo, un ruido llamó su atención sacándolo de aquel característico estado  de tranquilidad las personas se encuentran tras despertar.

Con lentitud abrió sus ojos, haciendo un esfuerzo por enfocar las cosas que se encontraban a su alrededor, por un momento sintió miedo, ese no era el orfanato ni esa su habitación, no sabía donde estaba, ¿ y si lo habían llevado de vuelta con sus tíos ...? No, el no quería regresar ahí, prefería quedarse ora siempre en el orfanato. Ante  el pensamiento, y sintiendo como su corazón comenzaba a latir más rápido de lo normal, se sentó lo más rápido que pudo en la cama, dándose cuenta de que había sido una mala idea cuando comenzó a sentir que todo giraba a su alrededor, sin embargo intento ignorar la sensación, ya bastante acostumbrado a ella,  para concentrarse en el lugar que le rodeaba. Mirando a su derecha encontró una pequeña mesa en donde se encontraban sus lentes, los cuales se colocó inmediatamente, y que aunque no le permitían ver a la perfección si mejoraban al menos un poco su visión.

Lo primero que localizó frente a él fueron unas extrañas cortinas, !Tenían muchos dinosaurios de colores! Como los juguetes de su primo, pero el estaba seguro que estos eran aún más bonitos, por que tenían muchos colores, y eran aún más y más bonitos por que el ya sabía el nombre de todos esos colores e incluso sabía como escribir todos esos nombres.

Sin embargo la emoción se fue a un lado cuando se dio cuenta de la oscuridad de la habitación, y es que la cortina era visible gracias a un faro que se encontraba en el exterior, sin embargo el mismo hacía que se formaran sombras raras en el suelo y paredes de la habitación. Finalmente se dio cuenta de que había alguien más en el cuarto, un hombre estaba sentado en un sillón, su rostro no era visible ya que su cabeza estaba inclinada hacia delante, pero el conocía ese cabello, ! Era el señor Severus!, lo más rápido que sus piernas le permitieron se puso de pie, aún descalzo y un poco tambaleante al inicio, para acercarse al hombre, acción que realizó caminando de puntitas siendo lo más silencioso que podía, no quería que el señor Severus se despertará, ya que cuando su tío se despertaba nunca lo hacia de un buen humor y eso solo llevaba a muchos regaños, mismos que quería evitar.

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