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A pesar de la reticencia inicial de Harry hacía Minerva y para su sorpresa, el niño la había aceptado rápidamente después de que le prestara su sombrero, mismos que el pequeño porto orgullosamente hasta que la profesora se fue; claro que aprovechando la ausencia de clases que impartir durante toda la mañana, Minerva se había quedado acompañándolos hasta poco antes de la hora de la comida.

Muy a su pesar, la mujer fue de ayuda durante la sesión estudio de Harry. Minerva había aprovechado su visita para llevarle una serie de pergaminos donde figuraban las pociones que habían estado preparando sus alumnos en ayuda de Albus y Poppy, tal como prometieron, se enfocaron en aquellas de simple elaboración, sin embargo la lista no era eterna y quedaban pocas preparaciones que se pudieran realizar sin necesidad de que alguien con el conocimiento para llevar a estasis un caldero a punto de estallar estuviera presente. Lo más probable era que tuviera que regresar a Hogwarts en unos cuantos días, tendría que pensar que hacer en referencia a Harry.

Mientras él revisaba dichas listas de pociones, Harry había continuado con su trabajo de escritura, Severus tenía que admitir que la mujer a su lado tenía bastante capacidad para enseñar al menor, sin lugar a dudas gozaba de una gran paciencia y corregía con amabilidad cada error de Harry, quien a pesar de su charla previa, continuaba asustándose cuando se equivocaba. Lo único que aumentaba su frustración era ver que por momentos, mientras Minerva leía las oraciones en el libro de ejercicio, Harry abría su boquita como si estuviera apunto de decir algo, para terminar cerrándola en el último momento, sin embargo la frustración quedaba a un lado cuando tenía que esforzarse por mantener la seriedad por qué  el sombrero de Minerva se deslizaba por sorpresa en la frente del pequeño niño, tapando por completo sus ojos, mismo que volvía a empujarlo para colocarlo correctamente mientras fruncía el ceño pero si querer quitárselo.

Al final de la tarde, Minerva le había prometido regalarle un sombrero como el suyo a Harry y a su oso de peluche.

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Tal como los días previos, el resto de la semana ocurrió sin mayores problemas, con Harry, las cosas parecían estar mejorando y aunque el cambio era extremadamente lento, al menos era constante. El niño parecía estar más tranquilo a su alrededor, mismo que ocurría con Albus, quien le había llevado un par de juguetes más a Harry, entre ellos un par de carritos, que si bien el menor había aparecido notoriamente, no lograron desplazar la evidente adoración que este tenía por su oso y soldadito.

Después de cenar y como ya era costumbre, Severus tomo a Harry de la mano para llevarlo a su habitación, donde el niño se cambió una de las pijamas que Minerva le había dado para que posteriormente Severus lo ayudara a subir a la cama y cobijarlo.

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En cuanto Harry escucho como se cerraba la puerta, no pudo evitar moverse incómodo en la cama, la habitación había quedado totalmente oscura y podía escuchar las gotas de lluvia golpear contra la ventana.

Espero un poco hasta que no logro escuchar sonido alguno que le indicara que el señor Severus seguía despierto para poder bajar de la cama, sus piececitos golpearon el frío suelo, pero no se molestó en ponerse zapatos para evitar hacer mayor ruido. Ya que estuvo de pie, sujeto fuertemente el cobertor para lograr quitarlo de la cama y llevarlo hacia la esquina de la habitación, donde estaba el guardarropas, justo ahí, quedaba un pequeño espacio.

Harry colocó el cobertor en esa esquina para después acostarse sobre de él y cubrirse con el espacio de tela sobrante, ahí, en ese pequeño espacio, era el único lugar donde se permitía  sentir seguro.

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