29. San Marcos; expulsion de los vampiros

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(CAPÍTULO 29:
San Marcos; expulsión de los vampiros.)

     Era de admitir que el castillo que observaba Aarón en ese momento era asombroso

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     Era de admitir que el castillo que observaba Aarón en ese momento era asombroso. Recordaba perfectamente cada parte del castillo ya que en algún momento de su larga vida, había habitado en aquel lugar.

     Los muros de piedra eran algo que le hacían suspirar, sabiendo que entre esas paredes se encontraban muchos secretos como también muchos momentos guardados. Aarón se inclinó suavemente tocando una de las paredes, deteniendo sus pasos a donde se dirigía, aquella ala donde se encontraban esperándole.

     —Mamá...—susurró sintiendo aquella presencia en aquel castillo. En Italia las cenizas y los recuerdos de aquella mujer vagaban.

Con un bocanada de aire profunda, recordó los momentos en los que su madre adoptiva le había revelado su más grande secreto.

"Un castaño caminaba por los pasillos de su hogar, corría riendo y saltando de vez en cuando de una forma divertida. Aarón conocía las reglas de su madre y una de ellas era el no hacer lo que en ese momento se encontraba realizando.

—Aarón —la voz profunda de su madre hizo que se detuviera, mirándola y observando aquel sentimiento de molestia en su mirada—. ¿Qué estás haciendo?

El infante a punto de disculparse sintió el golpe en su mejilla, sentía el dolor en el rostro lo cual hizo que sus ojos lagrimearan un poco. Le dolía el corazón, no por el golpe sino por quien lo había hecho.

—Hablamos... sobre no correr dentro de la casa —se justificó su madre, hablándole con aquel tono suave que tomaba para decirle que siempre era su culpa—, debiste pensarlo antes de hacerlo, osito.

Y ahí estaba de nuevo, aquel maldito apodo. Aquel apodo que siempre culminaba sus oraciones cuando le decía que era su culpa el hacer que le golpeará.

—¿Hablarás? —sintió un apretón en su muñeca, sintiendo aquellas uñas que tanto su madre cuidaba—. Aarón—El líquido brotando en su muñeca hizo que se removiera, haciéndole sentir peor. El dolor no cesaba, solo incrementa la molestia—. Háblame, Aarón.

Soltó un sollozo y trató de zafarse de aquel agarre, notando que con más esfuerzo que ejercía también lo hacía su madre.

—Suéltame...

Su madre al escuchar su queja se enfureció, recordando los momentos en los que el pequeño niño había hecho cosas que a ella le desagradaban.

my eyes look at you | jasper haleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora