XIII

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Esta no es mía, yo solo la traduzco.
La autora original es @nonsenseverses







El resplandeciente sol del paraíso que se colaba entre las cortinas despertó a Eddy.

Gruñó, resolviéndose por la gran y mullida cama, confundido y un poco adolorido. Pero sobre todo enojado. Estar en el cielo definitivamente no le estaba haciéndole bien a su temperamento, cada sonido y aroma le hacía hervir la sangre. El dolor en su cabeza era punzante y no recordaba en que momento se desmayó ni que pasó una hora antes de eso.

Gabriel, el consejo, agua bendita, el arcángel Michael, fuego infernal...

¡Brett!

Eddy de puso de pie.

¿Dónde estaba Brett?

¿Siquiera seguía vivo?

Con pánico, los furioso ojos rojos del demonio recorríeron toda la habitación, buscando al pequeño ángel.

Estaba por gritar por el paradero de Brett cuando vio la pequeña figura acostada en una silla larga de color crema, escondido debajo de unas mantas, frente a las puertas abiertas del balcón.

Todo su cuerpo se relajó, aliviado. Brett estaba allí, a salvo con él.

Ahora, pudo hechar mejor un vistazo al lugar donde se encontraba.

Era tan lindo como el gran salón, pilares de piedras y piso de marmol, el candelabro de cristal proyectaba rayos de luz a través de la habitación. La cama en la que Eddy estuvo durmiendo minutos antes era enorme, estaba llena de almohadas doradas y mantas que combinaban perfectamente con el bordado de las paredes. Alzó la cabeza, mirando atentamente el techo, el cual tenía nubes y ángeles pintados a mano que adornaban cada centímetro de este.

Un contundente golpe en la puerta lo sacó de su pequeño trance y lo puso alerta. Estaba en un lugar desconocido y Brett todavía dormía en ese sillón, por lo que le nació una necesidad instintiva de protegerse... y a Brett.

El castaño giró la perilla de oro, su temperamento candente al igual que sus ojos rojos. Frente a él había una joven ángel con un vestido de criada.

—Ángel Brett, estoy aquí par-. —jadeó horrorizada, alzando la mirada para ver al alto y enojado demonio frente a ella. Él parecía literalmente sacado de las leyendas y pesadillas, porque ella nunca antes había visto a uno de esos en la vida real.

La ángel abrió la boca para gritar, pero antes de que pudiera, Eddy le cubrió los labios con una mano y puso la otra en el cuello, callando sus gritos antes de que pudiera salir.

Los ojos azules estaban abiertos como platos ya que Eddy se acercaba a su cara.

—Haz silencio —ordenó—. Si lo despiertas te mato.

La chica asintió repetidas veces, y tan pronto como el de ojos rojos la soltó salió corriendo por el pasillo, alejándose del demonio.

Eddy suspiró aliviado, cerró la puerta y caminó hasta Brett.

Tomó al pequeño ángel levantandolo en sus brazos, le costó un poco porque todavía quedaba algo de agua bendita en su cuerpo, y lo acostó en la cama.

Sus esfuerzos por evitar tanto contacto físico como fuera posible con el ángel, cuya piel fría era inquietante y cuyo aroma a miel parecía haberse vuelto más fuerte, fallaron miserablemente cuando Brett se aferró a la playera del castaño mientras soltaba un bostezo.

—¿Eddy? —Brett abrió los ojos—, ¡estas despierto!

El nombrado parpadeo sorprendido por el resplandeciente dorado de los irises de Brett.

—¿Estas bien? —preguntó el pelinegro, su voz sonaba suave incluso temprano en la mañana. Extendió su mano para tocar la mano de Eddy buscando consuelo.

—Estoy bien —le respondió con un ligero gruñido.

El de lentes frunció el ceño. Sin duda, otro de los cambios de humor del demonio, pero, sus instintos angelicales no podían evitar querer hacer sentir mejor a Eddy.

—¿Qué sucede? —preguntó mirando cálidamente al ojirojo.

Eddy bufó von molestia, caminando por la habitación y apretando los puños. El menor lo miraba atentamente.

—Malditos ángeles estupidos, eso sucede. —soltó Eddy mirando a Brett.

Lo poco que quedaba de agua bendita en su cuerpo no daba tregua y se sentía como si hubiera atravesado los nueve círculos del infierno.

Antes de que Brett pudiera decir algo, alguien golpeó suavemente en la puerta.

Eddy dio zancadas hasta la puerta, abriendola de golpe y casi arrancandola de las bisagras.

—¿Qué diablos quieres ahora? —le gruñó a la joven criada parada con miedo en la entrada, otra vez.

Brett observaba avergonzado como la chica temblaba de miedo.

—E-El arcángel Michael requiere su presencia en el gran salón en una hora...¡Por favor, no me mate! —lloriqueó, escapándose antes de que Eddy cerrara la puerta con un fuerte golpe.

Soltó un fuerte y exasperado suspiro, apretando su adolorida cabeza con las manos.

Un largo silencio cayo en la habitación.

—Eddy —dijo Brett cuidadosamente, cuando los ojos del demonio quemaron en los suyos—, no puedes simplemente ir por ahí amenazando con matar gente.

—Como si te fuera a escuchar —bufó Eddy—, date prisa y prepárate, me quiero ir.

Brett miró decepcionado al mayor, quién estaba de espaldas a él, pero sin embargo caminó al baño para cambiarse antes de reunirse con el arcángel.

-

—Ángel Brett.

El mencionado inclinó la cabeza.

—Demonio.

Eddy rodó los ojos.

—Se espera que ustedes dos regresen a la tierra. La presencia del demonio ha causado... bastante revuelo por aquí. —Michael le dio una mirada condescendiente a Eddy— Y Brett, ¿asumo que estas mejor ahora, no?

Brett asintió con una radiante sonrisa que no pasó desapercibida por los atentos ojos de Eddy. De hecho, el castaño no había dejado de observarse al pelinegro desde que salieron de la habitación. A pesar de que secretamente le gustaba como le quedaba su ropa oscura al ángel, Brett se veía incluso más etéreo vestido de blanco, como ahora, que conplementaba hermosamente con sus ojos dorados brillantes.

Dejó de importarle las divagaciones irrelevantes del arcángel mientras miraba a Brett, ese extraño y calido sentimiento otra vez burbujeaba en la boca del estómago. Sacudió la cabeza en un intento de hacer que desapareciera.

—Entonces, acompañenme. —Michael se puso de pie y señaló el otro lado del gran salón donde, entre dos grandes pilares de piedra, se encontraba el portal a la tierra.

—Hasta pronto, Ángel Brett. —dijo Michael amablemente, sonriendo mientras el de lentes desaparecía por el portal.

Eddy lo siguió de cerca, ansioso de por fin abandonar el cielo, pero la voz del arcángel lo detuvo.

—Demonio.

Eddy siguió caminando. Solo un par de pasos más y te deshaces del cielo y del ángel.

—Eddy. —Esta vez Michael dijo su nombre con un poco mas de convicción.

Se detuvo, esperando.

—Él no está a salvo.

Eddy dio el último paso hasta atravezar el portal.

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