XIX

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Esta no es mía, yo solo la traduzco.
La autora original es nonsenseverses







Los días siguientes fueron sospechosamente tranquilos.

No hubo extraños tocando la puerta, o intrusos, o mensajes en las paredes.

Solo un ángel y un demonio apartados en la serenidad del bosque, su pequeño cielo en la tierra.

En todos los años viviendo en el infierno, Eddy nunca se había sentido en casa como lo hizo en la pequeña cabaña con Brett. Cuando llegó a la tierra por un cambio de rutina, no esperó ser tan... bien recibido por un ángel, de entre tantos seres, mucho menos uno tan puro como el menor. Pero definitivamente no estaba decepcionado por como acabó su primer mes en la tierra. De hecho, no podía estar más contento.

Los días que pasaba en la cabaña eran mucho mejor que cualquier día que pasó en el inframundo, incluso cuando este suponía ser su hogar. Se acurrucaban en el sofá, Brett casi sobre el regazo de Eddy, y miraban pesimas películas de fantasía por horas y horas. Personalmente el demonio preferiría las de terror, pero sabía que el ángel podría llorar con solo ver muerte una vez mas. Obviamente también practicaban, tocaban piezas el uno para el otro en el violín del mayor, la rica música resonando por el bosque. No habían preocupaciones en su mente, a excepción de quién estaba detrás de los ataques contra el ángel; siempre estaba preocupado por eso. Sin embargo nunca se preocupó tanto sobre que era esto. El poderoso sentimiento de infatuación para con el ángel, la necesidad de protegerlo y la abrumadora necesidad de estar junto a él. No importaba lo que fuera, lo que importaba era Brett.

Y por parte del ángel, bueno, en todos sus años viviendo en la dulce y simple perfección, escondido entre las nubes del cielo, nunca estuvo más en casa que con el demonio. Casi lo hacía querer no regresar, especialmente por como los arcángeles trataron a Eddy. No le gustó mucho eso. A veces pensaba lo extraño que era que de entre tantas personas, con la que quería pasar el tiempo era un demonio, por el amor de Dios. Nunca se supuso que se conocieran, mucho menos que se hablaran, y definitivamente no que vivieran prácticamente juntos. Aún así, contra todo pronóstico allí estaban, ya sea por un milagro o por las garras de un cruel destino.

Y odiaba admitirlo pero era cruel, ¿por qué, despues de todo, siempre regresaba a el demonio? La pregunta rondaba en su cabeza cada vez que se acurrucaba contra un dormido Eddy, calentito entre sus brazos. Pensaba en ello como mínimo una hora hasta que finalmente lograba dormirse, y hasta entonces se preocupaba sobre si sus sentimientos eran reales o solo la consecuencia de una extraña y retorcida versión del síndrome de Estocolmo.

Pero el castaño tiene el sueño ligero y puede sentir la preocupación del menor a través de su irregular respiración y acelerado corazón. Él murmuraría un suave «duermete, ángel» y Brett se derretía inmediatamente en sus brazos. No sabía si Eddy le llamaba "ángel" como un termino cariñoso o solo como un apodo, pero de igual forma le generaba cosquillas en el estómago.

Luego, a la mañana siguiente, Brett despertaría sin una sola duda de que sentía algo por Eddy, lo que sea que fuera.

Pero había un problema, ambos seguían experimentando este sentimiento. Lo escuchaban latir en sus corazones y lo sentían en la boca del estómago. Incluso lo veían reflejado en los ojos del otro. Pero ninguno podía darle un nombre, y alguien en los cielos comenzaba a frustrarse un poco por eso.

•••

—Arcángel Michael, ¿se encuentra bien? — preguntó amablemente una de las criadas mientras le servía el té.

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