XXII

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Esta no es mía, yo solo la traduzco.
La autora original es nonsenseverses







Brett despertó por la mañana temprano, el sol todavía estaba escondido en el horizonte. La cama estaba extrañamente fría.

—¿Ángel? Vamos, despierta.

Él gruñó y se giró hacia donde normalmente estaría Eddy sólo para encontrar ese espacio vacío.

Eso fue lo que lo en verdad lo despertó.

—¿Eddy? ¿Eddy, dónde estás? —llamó Brett asustado, la habitación se veía escura y borrosa sin la ayuda de los lentes.

—Hey tranquilo, aquí estoy. —susurró Eddy colocándole los lentes.

Tomó las manos del mayor y se las apartó de la cara.

—¿Ya te vas?

Esa pregunta fue tan desgarradora y resignada que a Eddy se le hizo difícil mirarle a la cara mientras se arrodilló frente a la cama.

—Si. —respondió muy suave, como para amortiguar el golpe.

—¿Estas seguro de que no puedo ir contigo?

El humor de Eddy cambió drásticamente con esas palabras.

—Te quedarás aquí Brett. ¿Quedó claro? —ordenó, le tembló la voz de sólo pensar en su ángel siendo sometido a los horrores del infierno.

—Sí. —formó un puchero con su boca viendo como el castaño se levantaba y quedaba casi encima suyo.

Incluso en la poca luz del dormitorio Brett podía distinguir cuán absoluta y peligrosamente bien se veía Eddy. Estaba vestido elegantemente, tenía una fina camiseta negra metida en un pantalón del mismo color, usando una cadena como cinturón que le colgaba del muslo. Las mangas de la camisa estaban arremangada revelando unos venosos y musculosos brazos, el pelinegro no podía creer que no los había notado antes. Eddy estaba completamente cautivador, demasiado atractivo, demasiado... tentador. Y de repente, le picaba la garganta y tenía los labios secos, por lo que los remojó con la lengua.

Pensamientos pecaminosos amenazaron con invadir su mente.

Se quitó las mantas de encima y se sentó en el borde de la cama mientras veía a Eddy caminar hasta la otra parte de la habitación, este se agachó y recogió algo del suelo.

Al regresar con Brett con un pañuelo de seda en su puño, el ángel ladeó la cabeza confundido.

El más alto lo miró con una expresión adolorida, una extraña emoción para adornar el rostro de un demonio.

Abrió el puño dejando caer su contenido en las manos del otro.

El ángel supo qué era al momento de tocar el frío metal.

—Ponte esto mientras no estoy —la temblorosa voz de Eddy parecía rogar mirando a la cruz en las manos de Brett—. Hazlo por mi, por favor.

El más bajo asintió, guardó la cruz en su bolsillo y atrajo al mayor a un abrazo.

Parados en la oscuridad por un largo rato, sus inmóviles siluetas parecían estatuas de mármol olvidadas en un museo abandonado, acompañadas solo por la otra.

El ojidorado inhaló el aroma de Eddy. El movimiento de su fuerte pecho, los largos brazos alrededor de su cuerpo, como si estuviera guardando todo en su memoria.

—Te voy a extrañar. —confesó Brett.

Eddy no dijo nada por temor a que su voz le fallara. En cambio le plantó un firme besó en la frente, señal de que era momento de decir adiós.

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