Holy

XXVIII

Esta no es mía, yo solo la traduzco.
La autora original es nonsenseverses
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Es casi enfermizo cuanto se aman.

dulces palabras y corazones aún más dulces, toques gentiles y besos aún más gentiles. Era como sacado de un cuento viejo, uno que podrías encontrar en las antiguas bibliotecas del cielo o en los libros prohibidos del infierno.

Ninguno de los dos podía llevar la cuenta de cuantas veces dijeron la frase 'te amo' al otro. Pero no podían dejar de decirla, y no lo harían porque era cierto.

Además tenían tiempo, porque la primera semana luego de que Eddy regresara fue extrañamente tranquila. Nada de cartas de su padre, nada de extraños encuentros con humanos, sin visitas sorpresa de mensajeros.

Nada.

Y en lugar de estar constantemente nerviosos, ambos recibieron su nueva libertad con los brazos abiertos.

Pasaron sus días practicando porque sí, se aventuraron a la ciudad, incluso explotaron el bosque detrás de la cabaña. Por supuesto, Eddy continuó haciendo sus excursiones nocturnas la mayoría de veces, y Brett notó que estas parecían durar más tiempo desde que el demonio regresó del infierno.

Odiaba quedarse dormido sin que Eddy estuviera a su lado, pero quedarse despierto hasta la madrugada era un horario al que ningún ángel podía acostumbrarse, y Brett a menudo se dormía en el sofá mientras esperaba, con los lentes casi caídos de su cara.

El castaño volvería a casa para encontrarlo hecho una bolita, con la piel helada debido al frío del otoño. Suspiraba con desaprobación y cargaba al ángel a la cama antes de rodearlo fuerte con sus brazos y caer dormido. No era mucho problema, por supuesto, hasta que un día Eddy llegó a casa y vio que la piel de Brett estaba de un tono azul cadavérico, los labios casi morados y los dedos fríos como témpanos.

Esa escena era demasiado familiar.

El pánico llenó sus venas.

—¿Brett? ¿Brett? —Eddy se arrodilló junto al sofá y sacudió el hombro del ángel con firmeza— ángel, despierta, vamos ¡despierta!

El corazón le latía más rápido que las alas de un colibrí y su voz sonaba llena de angustia.

El cuerpo de Brett se mantuvo flácido, inmóvil. Respiraba casi tan superficialmente como cuando estuvieron en el cielo.

—Maldita sea, ángel ¡despierta! —gritó como si estuviera detrás de un vidrio a prueba de sonido y no se escucharan sus palabras. Escondió la cabeza en el espacio del sofá junto a Brett, las lágrimas picaron en sus ojos.

Con lentitud la cabeza del ángel giró a un costado y abrió los ojos, parpadeando confundido.

—¿Eddy? —dijo con voz ronca— ¿Qué pasa?

Eddy se relajó más en el sofá, soltando un largo y pesado suspiro, parpadeando para quitarse las lágrimas que seguían en sus ojos.

—Mierda Brett, no me asustes así. —exhaló pasándose una mano por la cara aliviado. Entrelazó sus dedos con los fríos dedos del pelinegro y besó la cabeza del ángel.

Al entrar en contacto con la piel del demonio, Brett entendió cuál era el problema y un fuerte escalofrío lo sacudió.

—O-Oh, tengo frío. —comentó, le temblaban las manos y buscó la mano de Eddy en la oscuridad.

—¿Si? No me digas. —replicó sarcástico, cargando al ángel y caminando a la habitación— Prendí la calefacción antes de irme, ¿Qué pasó?