XXXI

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Esta no es mía, yo solo la traduzco.
La autora original es nonsenseverses








(Advertencia: descripciones graficas de violencia)

Brett no podía respirar.

No sólo sollozaba tan fuerte que se le hacía casi imposible, el caliente, denso aire del infierno lo agobiaba.

Entre toses y fuertes hipidos, jadeó, sus manos rasguñaron su garganta en un intento de pasar aire.

Estaba demasiado débil como para defenderse mientras el par de demonios lo arrastraban por un oscuro corredor de piedra alineado con fuego. Sentía que su piel se derretía y sus ojos ardían cuando se acercaba mucho el fuego.

Fuertes gritos resonaban por el corredor junto con pesados pasos.

Llegaron a lo que parecía una celda, de paredes de piedra y suelo sucio, con una reja de hierro. Estaba tan oscuro que Brett difícilmente podía ver, y estaba aterrorizado.

Lucifer quitó el cerrojo y abrió la puerta.

Los demonios arrojaron a Brett al suelo como si no pesara absolutamente nada.

—Se un buen ángel ¿quieres? —se burló Lucifer mientras cerraba la puerta con llave.

Brett sólo levantó la mirada con los ojos llorosos, a lo que Lucifer carcajeó.

Los tres demonios se marcharon, dejando a Brett en la completa oscuridad, solo, exhausto y terriblemente asustado.

No hubo nada que hacer cuando se desplomó al suelo y quedó inconsciente.

Eddy supo que algo andaba mal tan pronto como llegó a la tienda. No se molestó en entrar, en cambio, dio media vuelta y voló a casa más rápido que nunca, batallando contra el viento y el punzante dolor en su corazón.

Pero llegó muy tarde.

Para cuando regresó, el aroma de ángel se esfumaba junto con el olor de su hermano, y la puerta había sido destrozada.

Dentro, encontró claros signos de forcejeo. Había plumas blancas por todo el sofá, y la manta que tenía el ángel estaba casi rota por la mitad.

Y cuando se giró y encontró la sangre del ángel esparcida en la pared, nunca, en toda su vida, se sintió tan furioso.

«Ven a casa. -L»

Iba a matar a su hermano.

Con un furioso bramido el puño de Eddy golpeó la pared y se puso en marcha; tomó la cruz de la mesita junto a la cama y la guardó en su bolsillo sin importarle cuanto le ardiera. Él necesitaba encontrar a su ángel.

•••

El sonido de unos pasos apresurados en el corredor despertaron a Brett.

No tenía idea de que hora era, vulnerable en la oscuridad. Pudieron haber pasado horas desde que lo encerraron. No tenía idea.

No había ventanas, ni luz, ni sonido, y más importante, no había escapatoria.

Los pasos se acercaron más. El golpeteo de su corazón en su pecho aumentó, palpitando en sus oídos.

Cuando los pasos se detuvieron justo frente a él; en la pequeña celda se escuchó una antorcha siendo encendida.

La luz iluminó la cara de Eddy.

—¡Eddy! —jadeó aliviado, sollozando con fuerza. Sus manos tomaron los barrotes de hierro, y puso su cuerpo más cerca del de Eddy con desesperación.

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