XXI

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Esta historia no es mía, yo solo la traduzco.
La autora original es nonsenseverses







Finalmente, Eddy pudo calmar a Brett luego de la experiencia traumática de otro intruso, aunque inofensivo, a su casa. Le costó un poco de persuasión para convencerle de comer la cena pero llegó al más bajo con dulces palabras, un fuerte abrazo y poniéndole al más bajo una de sus chaquetas.

Ahora el ángel se encontraba acurrucado más cerca que nunca de Eddy, aferrado a la playera del demonio como si este fuera a marcharse o como si a Brett lo fueran a apartar de su lado.

Hubo silencio por un largo rato hasta que Brett preguntó:

—¿Vas a dejarme?

La pregunta era tan frágil, pequeña y angustiante que Eddy pensó que lloraría otra vez en mucho tiempo. Suspiró con pesadez, como si la respuesta fuera dolorosa para él. Tomó una de las manos que se agarraba con fuerza de su playera.

—En tres días... —comenzó Eddy. Los ojos de Brett ardieron con la promesa de llorar.

—...tengo que ir al infierno... —las siguientes palabras se oyeron distantes ya que se abrió la llave de agua en sus ojos, el agua cayó de esos ojos triste en forma de calientes lágrimas— reunirme... el diablo.

Las palabras se mezclaban y Brett no podía entenderlas. Pero no lo necesitaba. Todo lo que tenía que saber era que Eddy se iría.

El corazón de mayor se estrujó dolorosamente en su pecho cuando escuchó el llanto del ángel, suave pero lleno de sentimientos. Frotó su mano por la espalda de Brett para calmar los hipidos y susurró... para distraerlo de la lamentable verdad.

En un momento de desesperación el pelinegro soltó una frase peligrosa.

—Llévame contigo.

La respuesta fue sencilla.

—Absolutamente no.

La sola idea le hacía hervir la sangre. Brett nunca podría soportar el infierno– nunca. Dejando de lado lo que allí vivía, el ángel odiaría el calor, la oscuridad y por supuesto la violencia, más importante, los demonios y las otras criaturas que rondaban en las profundidades del inframundo eran extremadamente peligrosas para un ángel, tanto física como psicológicamente. Los seres allí abajo no eran tan competentes para mantener el juicio como lo eran los ángeles.

En resumen, el demonio nunca tomaría ese riesgo, incluso si eso implicaba tener que dejar a Brett solo en la tierra.

El ojidorado se esperaba una respuesta así, pero escucharla en voz alta, como una decisión clara y segura, hacía que todo doliera más.

—Pero-

—No, Brett. No voy a cambiar de opinión. —su tono era conciso y brusco, odiaba tener que ser tan firme con el ángel pero tenía no tenía opción. Brett no iría con él al infierno.

Eddy secó las lágrimas de las mejillas del ángel, sus dedos callosos acariciaban la suave piel. Cuando la respiración del más bajo comenzó a regularse y las lágrimas dejaron de salir, dejó un beso sobre la su cabeza.

—Duerme.

La preocupación y el cansancio arrasó con Brett como una ola, la contracorriente lo arrastró a un profundo sueño.

Durante los próximos tres días el ángel difícilmente soltó a Eddy.

Usualmente tenía un poco de autocontrol, intentando no ser muy sensible o pegajoso.

Pero, con el más alto yéndose tan pronto al infierno, no había restricciones.

Los había confinado a ambos a la cabaña, sin dejar que Eddy saliera de noche. Cuando no estaban abrazados, estaban tomados de las manos o de lo contrario tocándose. Brett con dificultad podía estar diez minutos sin contacto físico y el demonio no pudo evitar preocuparse por como le iría al ángel estando solo por dos días.

Aunque no le molestaban los toques. Pensar que hace solo unas semanas atrás odiaba la sensación de la suave piel y el toque ligero como pluma de Brett era absurdo. Las cosas eran diferentes ahora, ellos eran diferentes ahora.

De todas formas, muy pronto descubrió que no era tan fácil cocinar con una mano o con Brett parado detrás suyo con los brazos rodeándole la cintura.

Durante esos cortos tres días, el demonio y el ángel vivieron pacíficamente en su propio, pequeño y seguro paraíso disfrutando la compañía del otro.

No fue hasta la noche anterior a la partida de Eddy que Brett comenzó a preocuparse seriamente.

Mientras que el más alto arrojaba su ropa en una maleta descuidadamente, el ángel caminaba en círculos por el pequeño dormitorio.

Eddy miró el reloj–11:13 pm.

—¿Ángel?

—¿hmm? —Brett dejó de caminar y se mordió las uñas con nerviosismo con los ojos bien abiertos y perdidos.

—Es tarde, ya deberías estar dormido. —le regañó Eddy mientras que revolvía una gran cantidad de prendas negras.

Brett volvió a caminar en círculos negando con la cabeza. No quería dormir–no podía. Eddy estuvo ocupado todo la tarde cocinando, duchándose y empacando que Brett no tuvo un abrazo como se debe en horas y, por el amor a todas las cosas santas, pensó que podría convulsionar en un montón de plumas blancas.

Estaba tan absorto en sus pensamientos que no notó a Eddy parado frente a él, causando que chocara con el pecho del ojinegro.

—¡Brett! —exclamó Eddy serio y firme.

—L-Lo siento. —respondió un poco estremecido por la fuerte voz.

—A la cama. Ahora.

Brett se metió bajo las sabanas mordiéndose el labio intentando retener las saladas lágrimas. Con los ojos cristalizados vio a Eddy apagar la luz y acercarse a la cama, poniendo inmediatamente al ángel entre sus brazos una vez que se acostó.

Y en ese momento las lágrimas comenzaron a caer como gruesas gotas de lluvia cayendo del cielo.

Su llanto fue silencioso pero fuerte, haciendo que su pequeño cuerpo temblara y que la camisera de Eddy se humedeciera. Muy consciente del estado emocional del menor, Eddy deslizó su mano por debajo del suéter de Brett, deslizando los dedos por la columna y los relieves de las alas escondidas, todo esto mientras susurraba suavemente en el oído del pelinegro.

Como lo hace una tormenta, el llanto disminuyó con rapidez, pero no dejó ningún arcoíris o rayo de sol. En cambio, densas nubes de preocupación se adhirieron en el subconsciente de Brett, y Eddy lo sabía.

—Estaré bien, Brett. —le aseguró, el grave murmullo de su pecho envió tranquilizantes vibraciones al ángel.

—¿Estás seguro? —le el otro preguntó dudoso—, q-quiero decir el, el um... —susurró las siguientes palabras, como si fuera que estas nunca tuvieran que salir por sus labios santos— ...el diablo, ¿es... es amable?

Eddy soltó una risita por la inquietud del ángel y su incertidumbre por el rey del inframundo.

—No iría tan lejos como para llamarlo amable —rio Eddy suavemente—, pero estaré bien. Él y yo somo amigos. —se burló internamente de decir amigos; no era la forma mas precisa de describir su complicada relación.

—No te preocupes por mí. Estaré de vuelta antes de que te des cuenta. —prometió.

Brett no estaba tan seguro de eso, pero la mezcla del calor y la sorprendentemente confortadora presencia de Eddy era prácticamente una formula para dormir que funcionó tan bien que ni soñó.

Tan solo el fantasma de un beso rozando la punta de su nariz.

Y esa noche durmió con un sonrisa en la cara.





n/a: 

la foto de arriba es algo que angel!brett probablemente usaría.

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