XVI

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Esta no es mía, yo solo la traduzco.
La autora original es nonsenseverses







Las siguientes dos semanas resultaron ser difíciles para el par ángel-demonio. No porque no se soportasen, era todo lo contrario.

Por supuesto, tomó un par de días para que Brett comprendiera que ser amigo (si eso es lo que eran) del demonio no era la razón de que todas esas desgracias le sucedieran. Y pronto estaban de vuelta a la normalidad, o lo que fuera.

Excepto que el concepto de normalidad tambien se desmoronaba lentamente.

Era evidente cuando ese confuso y vigoroso sentimiento revoloteaba en el estómago de Eddy cada vez que pensaba o estaba cerca de Brett, lo cuál ocurría seguido ya que el mayor había confinado al ángel en el pequeño apartamento. Constantemente se encontraba mirando fijamente por unos cuantos segundos de más cada vez que Brett se ponía cómodo en el sofá para ver una película, o cada vez que estiraba las alas blancas, exponiendo la tersa piel al aire frío. Las cosas se ponían particularmente difícil cuando el menor lo miraba con tristeza cada vez que debía irse del apartamento para trabajar o limpiar la cabaña de este. Tan solo en unos días pudo deshacerse de las palomas, enterrandolas como Brett le pidió, y limpió la sangre de las paredes. Honstamente el ángel podría haber vuelto a su hogar si así lo quisiera, pero con este sentimineto apoderándose de Eddy, no había forma de que dejara ir a Brett sin él.

Pero, lo que fuera ese sentimiento también estaba apoderándose del pelinegro. Sentía esta extraña necesidad de estar cerca de Eddy incluso estando en la misma habitación. No era solo porque tuviera miedo, era más que nada porque se sentía cómodo con el demonio cerca.

Por lo que él, naturalmente, intentaba estar cerca suyo cada que fuera posible.

Esto significa sentarse a su lado en el sofá cuando veían películas de superhéroes, trataba (y fallaba) de ser discreto al quedar dormido en el regazo de Eddy, e incluso sentarse sobre la encimera de la cocina cuando el mayor cocinaba o preparaba café.

Odiaba que el castaño tuviera que irse cada noche para "trabajar", no porque volviera manchado de sangre (de hecho descubrió que no le importaba; el rojo contrataba muy bien con la ropa negra), sino porque odiba estar solo (específicamente sin el demonio) por horas. Él a menudo fingía estar dormido cuando Eddy lo arropaba antes de irse, para quedarse despierto toda la noche y dormir una vez que sentía el familiar aroma de vuelta en el apartamento.

Fue una de esas noches; donde Brett todavía estaba despierto, cuando Eddy volvió, tenía planeado dormir como siempre, bajo las suaves mantas negras y acurrucado entre las sábanas rojas. Pero fue sacado de su estado de somnolencia cuando escuchó un vaso rompiéndose en la cocina.

A pesar de no estar en la misma habitación, Brett podía sentir la densa aura de enojo proveniente de Eddy.

Salió lentamente de la cama y caminó con los pies descalzos por el frío suelo de madera hasta la entrada de la cocina.

El más alto estaba parado allí de espaldas a él, inmóvil a excepción del sube y baja de su pecho y los puños apretados.

-¿Eddy? -preguntó Brett con su voz tan dulce y quedita como siempre.

El demonio se giró, los ojos rojos penetrando en los del ángel.

-Vete. -ordenó con una voz ronca, grave e intimidante. El demonio emitía esa silenciosa y casi identificable ira que cubrió toda la habitación, creando una tensión que podía cortarse con un cuchillo.

Brett no obedeció e indagó más profundo en los ojos de Eddy, inclinando ligeramente la cabeza a un lado con lo que encontró. Eddy parecía molesto obvio, pero era más que eso. Estaba frustrado, cansado, ¿triste, quizas? Pero aún así el ojidorado quería saber el porqué.

La verdad es que Eddy había estado (justificadamente) asesinado humanos a diestra y siniestra, descargando su ira reprimida sobre quién pudo. Se la pasaba constantemente regañandose por lo que le ocurría a Brett, y no pudo encontrar nuevas pistas de quién lo hacía y porqué. Pero esa noche no hubo nada de trabajo para él, así que volvió al bar donde conoció al de lentes y bebió grandes cantidades de alcohol esperando que eso pudiera adormecer sus emociones antes de regresar a casa.

Obviamente no funcionó ya que avanzó hacia Brett amenazantemente, le temblaban las manos y le picaban los dedos con ganas de envolverlos alrededor de la frágil garganta del ángel. El menor retrocedió hasta acabar chocando contra el duro borde de la encimera.

Brett tragó duro y miro ansioso los ojos rojos que brillaban incluso en la oscuridad antes de responder:

-No.

El silencio de Eddy fue tan aterrador como sus acciones.

Un rudo y peligroso dedo contorneó la yugular y clavículas de Brett, presionando con fuerza en la base del cuello antes de que la caliente mano del demonio lo envolviera.

Brett tenía que hacer algo, pero no sabía si funcionaría.

¡Un avemaría y que sea lo que Dios quiera!, como diría uno.

-Detente -la voz de Brett el aire con la misma inestable confianza que la vez que Eddy casi ahorca al arcángel Gabriel.

Pero esta vez no tuvo que repetirlo dos veces.

Eddy por poco y se deshace en la orden, su firme agarre en la suave piel de Brett se redujo a un gentil toque, como una caricia. La ira seguía estando en su sistema, de eso no había duda, pero ya no quería dirigirla al ángel. Todo lo que sentía hacia Brett era, pues, ese desconocido sentimiento que burbujeaba en su estómago y generaba un extraño dolor en su corazón.

Brett soltó un suspiro tembloroso, feliz de que Eddy este en casa y de que su pequeño truco haya funcionado. Llevó una mano hasta la curva de su cuello, donde descansaba la gran mano de Eddy, y entrelazado sus dedos lo jaló hasta el dormitorio.

Una vez allí soltó la mano y se sentó sobre las mantas de la cama, dando un par de palmaditas al espacio junto a él.

-Vamos, es tarde y estoy cansado.

Los ojos carmesí brillaron intrigados, como si no creyera que Brett estuviera hablandole a él.

-Vamos -insistió Brett con un lloriqueo necesitado. Por alguna razon que no comprendía odiaba estar lejos de Eddy y odiaba aún más verlo triste, y cuando estas dos cosas se combinaban todo parecía peor.

Eddy simplemente no pudo rechazar la oferta. La orden de Brett tuvo el mismo efecto que cuando le ordenó que parara hace un momento en la cocina.

El pelinegro observaba curioso como Eddy caminaba hasta el cambiador cerrando la puerta detras suyo. Eso lo desanimó un poco, pero duró poco ya que el castaño salió con un pijama gris puesto y se acostó en la cama, manteniendo distancia del ángel y mirando el techo. El ángel sabía que debía estar contento de que Eddy estuviera con él, pero no pudo evitar sentirse triste de que aún estuviera tan lejos de él (sacando el hecho de que se encontraba a medio metro de distancia el uno del otro). Sin importarle mucho se giró y se acurrucó en la calidez de Eddy, abrazando con ambos brazos el musculoso brazo del mayor.

El demonio prácticamente se derritió como mantequilla bajo el toque del ángel. Toda su ira había mágicamente desaparecido y la nueva emoción que lo poseía era el deseo.

Él deseaba esto. Él deseaba que Brett estuviera cerca y deseaba pasar cada noche así, con el ángel a su lado. No se cuestionó ni pensó en el hecho de que definitivamente estaba mal el desear a un ángel. Rodeó a Brett entre sus brazos y lo acercó posesivamente a su pecho.

No importaba si estaba mal. Porque los demonios siempre obtienen lo que desean.

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