Sentado al borde de la cama Peter veía caer la noche a través de la ventana, el cielo aún estaba encendido con naranjas y púrpuras que pronto se extinguirían para darle paso a las estrellas. El aire cálido y húmedo del lugar lo envolvía mientras trataba de ordenar sus pensamientos, esos que saltaban de un punto a otro sin sentido como una película experimental.
Aún no podía creer que ese día era real, hacía mucho tiempo que creía que nunca iba a suceder y no porque no quisiera, sino porque se había dado cuenta que la vida era para vivirse día a día, sin miedos, esperando a que el futuro llegue solo, y ahora estaba ahí, jugueteando con el anillo en su dedo anular.
Recordaba cómo temblaban sus manos durante la ceremonia, los ojos whisky de Tony sobre él, y el sonido del mar a la distancia invadiendo sus sentidos.
Y al mismo tiempo pensaba en aquellos anillos que alguna vez los unieron como uno mismo cuando eran novios. Le dio vuelta a la alianza sobre su dedo y pensó que esta vez sí era para siempre, quizá era un poco ridículo darle tanta importancia a un pedazo de metal, pero le gustaba verlo, sentirlo e imaginarse que Tony haría lo mismo cuando no estuvieran juntos.
Para siempre.
El sonido del tono de su celular lo hizo saltar y volver al presente, lo tomó y vio que tenía diez notificaciones y todas eran de Wanda. Un tanto extrañado desbloqueo la pantalla esperando que fuera algo urgente, porque le había advertido a su familia que no lo molestaran a menos que estuvieran frente a una catástrofe inminente.
Cuando descubrió el motivo de los mensajes de su cuñada no pudo enojarse. Cada una de las fotos que le mando lo hicieron sonreír. Wanda en su entusiasmo por la boda les tomó fotos desde todos los ángulos posibles, a pesar de que Tony tenía un amigo fotógrafo que les hizo un buen descuento.
Peter suponía que nunca son demasiadas las fotos que uno puede tener de su propia boda.
En una de ellas Peter esta distraído hablando con Ned, riéndose de algo que su amigo le decía, Tony estaba cerca de ellos, pero sólo lo veía a él sin que se percatara, con una sonrisa que reservaba sólo para Peter, esa que causaba que sus nariz se arrugase y sus ojos se achinaran y que hacía que el pecho de Peter le doliera porque lo quiere demasiado. En otra estaban los dos frente al altar, alejados de todos, un cosquilleo que ahora reconocía como felicidad lo recorrió.
Acarició la pantalla con su pulgar, sonriente como un adolescente que se acaba de enamorar, y es que un poco así era.
—Ahh, no puede ser, ni un día de casados y tú ya prefieres entretenerte con el celular. Soy un fracasó como marido.—
Tony tenía arremangada la camisa y los primeros botones abiertos, sus cabellos caían sobre su frente, desordenados porque las manos desesperadas de Peter habían pasado por ellos, y sus labios seguían hinchados por sus mordidas, al verlo Peter sintió un tirón de calor en medio de su estómago, y su mente se nubló. Tiro el celular sobre la cama y se levantó con un solo objetivo.
Tony lo recibió en sus brazos, sujetándolo por la cintura, Peter rodeó su cuello pegándose a él hasta que toda distancia desapareció.
— ¿Que dices? Si eres el marido más lindo del mundo. Soy la envidia de todos. —
— ¿Eso crees?—le preguntó, dejando besos húmedos en su mandíbula. Peter suspiro asintiendo, los labios de Tony bajaban por su cuello, ahora alternando entre besos y chupones.
—En realidad creo que yo soy quien tiene al mejor esposo del mundo—
— Es una cuestión de percepciones—a Peter se le estaba cortando la respiración, su puño se cerró sobre la camisa —Tony, ¿podemos...?—