Tengo 26 años, lo que significa que son 312 meses de estar respirando, 9,490 días de paso por este mundo y sobretodo 227,770 horas que me dan razones suficientes para saber que no debo salir contigo.
Lo sé porque los ocho años que te llevo representan casi un tercio de mi vida y no hay forma ni método que cierre la enorme brecha de experiencia que hay entre los dos. Es tan sencillo como entender que cuando recién saliste del vientre de tu madre yo ya caminaba, hablaba, sabía sumar y era capaz de leer.
Si no te parece suficiente eso, entonces cuando por fin tuviste 8 años yo ya tenía 16 había superado al fin la preadolescencia, tenía bastantes granos, mi cuerpo ahora tenía curvas diferenciándose del resto de los niños del salón y estaba culminando mi colegio.
Y ahora que tienes dieciocho, eres finalmente mayor de edad, puedes salir a beber, empezaste la universidad y tienes toda la juventud por delante; yo tengo 26 años, culminé la universidad hace tiempo, tengo un trabajo estable y mis prioridades son mercar y pagar los servicios.
¿Entiendes ahora por qué no podemos estar juntos?
Entonces si lo entiendes por qué sigues acercándote a mí con esa sonrisa inocente que esconde maliciosas intenciones, por qué te me quedas mirando a través de la ventana mientras cuelgo la ropa en mi terraza. Deja de guiñarme el ojo cada que paso por tu lado y sobretodo deja de hacerme sentir como una adolescente cuando te veo.
A veces cuando me distraigo me descubro a mi misma fijándome por el rabillo del ojo si me miras a través del cristal mientras me cambio de ropa porque cuando presiento tus ojos en mí me empiezo a sentir de 25.
Si salgo al porche a descansar mis piernas y a mirar a los niños que juegan por el vecindario mi corazón empieza a palpitar desesperadamente tratando de buscarte para que las pulsaciones se calmen con solo escuchar tu voz. Es cuando me saludas de lejos que empiezo a sentirme de 24.
Desde que tu familia se mudó al frente de mi pequeño hogar he cambiado mi rutina diaria, ahora me demoro alrededor de una hora maquillándome y cambiándome de ropa pues algo dentro de mí quiere que cuando coincidamos en la parada de autobuses tus ojos me escaneen disimuladamente y tus dedos empiecen a jugar nerviosos con el cable de los audífonos tratando de tomar fuerzas para susurrar un 'estás hermosa, Noona'. Es durante la media hora que me la paso analizándome frente al espejo que me doy cuenta que parezco de 21.
Me haces sentir absurdamente extraña, como si la edad dejara de importar y de nuevo estuviera en la secundaria siendo cortejada por el chico guapo de la clase. Empiezo a creer que esta persona no soy yo y que algún espíritu infantil la poseyó pues cada que te veo me siento tan ansiosa que mi corazón podría explotar en cualquier momento, ¿me conjuraste un embrujo, cierto?.
- Noona, ¿te gustaría ver una película conmigo?
Tu cabello castaño con rayos monos pareció brillar debajo del atardecer que me indicaba que ya era hora de regresar dentro y dejar de perder mi tiempo sentada en la acera de mi casa. Quería negarme pues sabía que debía adelantar trabajo para el otro día, pero me dedicaste una bonita sonrisa que iluminada por ese cielo rojizo me impactó directo al corazón haciéndome querer morir en ese instante.
- Recién estrenaron una de Disney y pensé que te gustaría ir a verla
Ahora resulta que conoces mis gustos de niña pequeña, ¿qué tanto me has observado, mocoso?, porque tienes que dejar de hacerlo, debes dejar de conocerme tan bien hasta el punto de saber cuáles son mis debilidades.
Cómo negarme a ir contigo al cine al día siguiente si en mi interior no quería nada más que tenerte por fuera de las calles del vecindario que era el único lugar en que podía verte. Pensé que era estúpido sentir el deseo de conocerte mejor, querer compartir más contigo y llegar a tener la confianza de dos amigos; así no quisiera ser precisamente tu amiga.
Pero caminando contigo por el centro comercial me arrepentí de haber aceptado pues si bien aún no habían arrugas en mi rostro y seguía conservando ese aire de juventud sentía que la gente podía notar esos 96 meses que te llevaba. La sensación de ser observada y juzgada era abrumadora, creía que todos pensaban que era tu mamá, una madre bastante joven, pero mucho mayor que tú a fin de cuentas, pero antes de que los miedos se apoderaran de mi cuerpo y me hicieran huir tomaste mi mano suave con algo de miedo, entrelazando nuestros dedos generándome seguridad, en ese momento me sentí de 20 años.
- ¿Qué quieres comer, Noona? - tu voz dulce me hace sentir como una abeja necesitada de polen, pero por favor deja de llamarme Noona me hace sentir tan mayor, tan vieja, tan lejos de ti.
- No tienes que ser formal, Mochi, me haces sentir vieja - tus ojitos sorprendidos me impactaron directamente en el corazón, a lo mejor me sobrepase al decirte Mochi, pero es que no lo pude evitar porque tus mejillas son suaves y abullonadas como un pastel de arroz.
- Está bien, noo...princesa - tus mejillas se sonrojaron por el repentino apodo y eso me hizo sonrojar a mí el doble, ¿cómo puedes ser tan inocente y coqueto a la vez, Jisung? me haces sentir de 19 años.
Me siento como una estúpida adolescente enamorada y yo que creí que ya había superado esa etapa donde todo era sentimental en exceso, soñaba con un amor eterno y esperaba encontrar un buen hombre para casarme con él antes de los veinticinco. Demasiado estúpido ese ideal ahora que el peso de la realidad se había instalado en mis hombros, pero tus brillantes e ingenuos ojos me hacen aligerar esa carga haciéndome volver a creer que puedo encontrar a un increíble hombre que quiera acompañarme por el resto de la vida.
Pero es que no quiero atarte a mí, no quiero que desperdicies esos años de juventud donde podemos ser libres, descubrirnos, experimentar y no pensar en las consecuencias porque siempre podemos volver a iniciar, podemos volver a reinventarnos pero ¿yo? no puedo ahora, tengo demasiado por hacer en el trabajo, demasiadas cuentas por pagar, demasiadas metas que ahora no puedo alcanzar porque la cotidianidad me tiene atrapada.
Entonces por un solo segundo viendo ese pequeño ademán tuyo de inflar las mejillas pensé seriamente en ser egoísta y dejarme influenciar por esa linda energía juvenil que tienes que me hace creer que todavía estoy a tiempo de volver a empezar, de hacer lo que en verdad me gusta, de volver a soñar. Eres como el elixir de la juventud, Jisung, y me muero de ganas de probarlo directamente de tus esponjosos labios, ¿te gustaría eso?
Durante toda la película no dejaste de sujetar mi mano, transmitiendo ese calor que solo tú podías darme debo decir que no presté atención a la película por estar divagando entre un montón de pensamientos sobre nosotros dos, incluso me imaginé siendo la princesa de este cuento a la cual tu amarías para siempre. Todo en mí se volvía tan cursi que quise vomitar por todas las flores que crecían en mi interior, incluso en el camino a casa no dejaba de pensar en lo hermoso que te veías con la puesta de sol en el rostro.
- Noona - no me dejaste ni girar la cabeza para verte pues estrellaste tus labios contra los míos en un acto tan infantil e inexperto que me dieron ganas de apretarte las mejillas.
La vergüenza te había coloreado las orejas de un rojo intenso, tu mirada tratando de enfocar algo en el paisaje y tus dedos jugando nerviosos como si estuvieran arrepintiéndote de algo, pero no dejé que lo hicieras pues de inmediato me lancé de nuevo a tus suaves labios. La sensación de calor que me inundó era indescriptible, eres dulce como la miel, suave como un algodón y tan tierno que creo que podría morir en tus labios.
Te separaste con una sonrisa de oreja a oreja mirándome como si fuera el más precioso tesoro y entendí que no importaban esas 70,080 horas que nos llevábamos de diferencia si nuestro amor se conservaba joven.
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Una vaina bien cursi para endulzar la tarde.
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NCT [One shots]
Fiksi PenggemarOda al erotismo, la sexualidad, la vida cotidiana y el delirio NCT One shots