De nuevo los rayos de sol que se colaban por las persianas molestando sus ojos, el ruidoso pitido de la alarma que retumbaba en sus tímpanos, el característico olor a madera de la habitación que ahora se mezclaba con el de uvas y de fondo llanto de bebé. Era un sonido desesperado, molesto y asfixiante que la hacía querer arrancarse los oídos, esconderse bajo tierra y dejar de existir.
Después de unos minutos el llanto cesó y la tranquilidad volvió a ella dejando de apretar la blanca almohada sobre su cabeza, permitiendo que sus ojos divisaran la habitación. Las mismas paredes blancas que le trasmitían ese sentimiento de estar en un hospital, todo tan impecable, tan limpio pero tan corrompido que le daban ganar de vomitar.
Sus ojos se quedaron en el techo durante lo que parecieron minutos para ella pero, al regresar la mirada a la ventana pudo notar como el sol estaba en su punto máximo. Suspiró con fuerza tratando de sacar todo el aire de su cuerpo y conteniendo el impulso de respirar ¿es posible matarse de asfixia de esa forma? ella sabía que no, ya lo había intentado y el instinto de supervivencia de su cuerpo era más fuerte que sus ganas de morir.
Se bañó, vistió, peinó y se miró al espejo viendo lo que para ella era un fantasma; ojeras oscuras adornando sus ojos, piel pálida y sin brillo, su cabello reseco y los labios partidos ¿quién era esa que se reflejaba? se preguntó para luego desviar la mirada. Caminó por los pasillos de una impecable casa de campo con suelo en madera que crujía con cada paso que ella daba, deslizaba los dedos por la pares desacomodando los cuadros que se atravesaban en su viaje.
Al llegar a la planta baja sus ojos se fijaron en las dos figuras de la cocina, una linda chica que alimentaba a un pequeño niño sentado en un comedor de madera rústica; trató de no ignorarlos de salir del lugar como había planeado pero los ojitos color miel del pequeño se cruzaron con los suyos haciendo que su corazón se encogiera. Se acercó a ellos viendo como las manitas del castaño se estiraban para ella.
- ¿Puedo? - dijo pasito recibiendo un asentimiento como respuesta.
Sujetó al niño en sus brazos conectando sus miradas mientras este se aferraba a su cuello con una de sus brazos y con el otro tocaba las mejillas de ella. Salió de la cocina con el pequeño en brazos caminando con cuidado pues sus ojos solo podían concentrarse en los rasgos del niño.
- Te pareces a él, mi pequeño ángel - le dijo llenando su frente de besitos
- ¿Te lo llevarás de nuevo? - la voz de la otra persona la detuvo cuando iba a atravesar el portón de la cabaña
- No tardaremos esta vez
- Por favor, t/n, la última vez tardaron cinco horas y el niño llegó con quemaduras de sol en todo su cuerpo. No te lo lleves, te lo suplico - la menor los miraba con ojos suplicantes haciendo que ella se sintiera culpable ¿no podía ni cuidar a su propio hijo? ¿así de mal estaba?
Se giró decidida para irse pero las pequeñas manos posándose en su nariz la hicieron retroceder, le entregó el pequeño a su hermana para seguir con su camino a pesar de los llamados que le hacía la otra. "Al menos regresa" fue lo último que pudo escuchar para perderse en la arena caliente que conectaba su casa con el mar.
Caminaba despacio disfrutando la brisa que chocaba con su cara al compas del ruido de las olas, era relajante y eso hacía que su corazón se sintiera menos vacío. Movía sus pies sin rumbo solo sintiendo la arena caliente bajo sus plantas y en medio del desolado paisaje lo vio parado a algunos metros de ella.
Le sonreía de lejos abultando sus mejillas en esa inocente mueca de felicidad, sus ojos se rasgaban dejando ver ese rostro sin lineas marcadas y de rasgos perfectos. Corrió hacía él, tan rápido como pudo, con toda la energía que le quedaba se lanzó a sus brazos y él la recibió como si fuera el tesoro más preciado.
- Sicheng, Sichenh, ¿en verdad eres tú? ¡Volviste! ¡Volviste!
- Amor mío, nunca me fui siempre estuve acá - sus brazos la sujetaban con fuerza apretándola contra su pecho y entregándole todo el amor que sentía.
Sus labios se fundieron en un beso lleno de necesidad, de desespero por toda la falta que se hicieron en esos cinco meses. Ella enredó sus brazos en el cuello del castaño para sentirlo con todo su cuerpo, él repasaba la cintura de ella con sus manos tratando de grabar en su mente cada pedazo de su piel, cada curva que se pudiera sentir por sobre la tela.
Por suerte para los amantes ese lugar era casi desértico solo se podía ver la cabaña que ambos compartían de lejos y nadie pasaba por esa playa a medio día debido al calor. El cuerpo de ella acostado sobre la arena era llenado de besos por parte del sonriente hombre mientras ella enredaba sus dedos en los suaves cabellos castaños.
Las manos del más alto subieron el largo vestido para tocar la intimidad de la chica haciendo que esta soltara pequeños gemidos. Sus dedos hacían un trabajo perfecto, tocando con suavidad pero presionando en el punto que le hacía ver estrellas, el pecho de ambos subiendo y bajando combinando sus respiraciones en pequeños besos cargados de amor.
Los ojos de ella se posaron en el brillante cielo de de nubes blancas y sol destellante haciendo que tuviera que cerrar los ojos por el sol y lo cerca que estaba del orgasmo. Cuando abrió los ojos el cielo era gris y él ya no estaba.
Se sentó asustado buscando algo que hace meses ya no estaba, sus ojos se llenaron de lágrimas mientras recorría con su vista el lugar. Nadie, absolutamente nadie, solo ella, respiró varias veces para controlar su llanto y siguió con su recorrido por el borde de la playa, dejándose tocar por las olas.
Al llegar a la pequeña estructura abandonada se arrodilló frente a esa lápida de madera que tenía tallado el nombre más hermoso del planeta 'Dong Si Cheng'.
- Hola, amor, volví a soñar contigo. Teníamos una pequeña escena en la playa como las que solíamos hacer diario - se rió por lo bochornoso del recuerdo - Henry ha estado portándose muy bien, aunque Wendy no me deja salir con él dice que siempre estoy perdida en mi mundo.
- Es extraño ¿Sabes?, no estás acá desde hace cinco meses pero es como si te viera diario. Cuando cierro mis ojos estás ahí acompañándome, siempre estás ahí.
Sus ojos se llenaron de lágrimas volviendo incontrolable el llanto que salió en un grito de dolor, se sujetaba la cara con las manos y ahogaba sus gritos en sus labios.
- Te extraño, cada día cada noche cada momento te extraño Dong Si Cheng y ya no sé cómo seguir con mi vida sin tí.
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NCT [One shots]
FanficOda al erotismo, la sexualidad, la vida cotidiana y el delirio NCT One shots