Ser stripper o bailarina exótica, como la llamaba su madre para encubrir la sutil vergüenza que le causaba la profesión de su hija, eran de las pocas decisiones que agradecía haber tomado en sus malditos veinticinco años y de la que no se arrepentía ni un solo día. Si algo había entendido cuando se hizo mayor de edad en todo el mundo era que tenía una fuerte adicción por el exhibicionismo, nada la encendía más que ser vista desnuda por un montón de hombres deseosos de tocarla u obtener cinco minutos de su tiempo.
La vida de antes era aburrida, vista desde su nueva perspectiva, no había adrenalina, no tenía el control de nada solo seguía lo que su familia decidía por ella y se tenía que conformar con el horrendo sexo que su prometido le daba; se había hartado de esa vida, había sentido lo que era estar muerta y seguir respirando. No sabía qué hubiera pasado con ella si en un equinoccio de primavera su mejor amiga no la invitaba a conocer un bar nudista que habían abierto hace poco, ella estaba reacia a la idea de ver mujeres desnudándose por dinero y además, ¿qué pensaría su prometido de esas conductas?, ella debía ser la mujer que todos le decían que fuera.
- Relájate, t/n, nada va a pasarte
Cómo se burlaba de esas palabras ahora, pensando en como al final de esa noche ella se encontraba en algún callejón desconocido besándose con un hombre que le había pagado 100 dólares por mostrar sus senos subida en la barra del bar; se había dejado llevar por la adrenalina, el alcohol y la presión de esos que le decían que no era capaz. Y vaya que le había gustado esa sensación de ser vista por los otros, esa corriente de energía que le recorrió la columna cuando se subió por completo el brasier y sus pezones duros se alzaron gloriosos frente a los ojos expectantes.
Eso era ella y no se avergonzaba de nada, aún así guardaba muy bien las apariencias después de todo su trabajo de bailarina era algo que hacia por placer, dinero y por supuesto para elegir con qué hombre se acostaba al final del turno; a diferencia de lo que las amigas de su madre creían, ella no era una prostituta, no se acostaba con hombres por dinero ni cedía a las demandas por comida. Su trabajo consistía en dar uno o dos shows en el bar, desnudarse frente a ellos, tocarse un poco para excitarlos, besarse con algunas mujeres y recoger los billetes que todos le tiraban; también existían los bailes privados para millonarios empresarios, pero ni siquiera en esas circunstancias se acostaba con ellos, solo lo hacía bajo la estricta regla: Si me gusta me lo follo.
Justo en ese momento un hombre que pasaba el metro ochenta entró en su rango de visión captando toda la atención de sus ojos verdes curiosos por ver más del musculoso cuerpo que se escondía debajo de un aparatoso traje de oficina gris que no combinaba ni un poco con el aspecto relajado que irradiaba; era un nuevo cliente que además se notaba incomodo con toda la situación. Después de tres años trabajando en la misma discoteca, de romper con su prometido, mudarse de ciudad y mantener la estricta comunicación con su familia, había logrado distinguir muy bien a los hombres que solo ven a las mujeres como objetos y aquellos que realmente se preocupaban por tener una relación basada en el amor puro, ese hombre parecía ser de los segundos, entonces ¿qué hacía en ese lugar?
La respuesta parecía ser bastante obvia cuando se acercó a la mesa del grupo con el que había entrado, era una conocida tradición para ella ver como los hombres frecuentaban esos lugares para la famosa y ridícula 'Despedida de soltero' actividad en la cual los amigos del novio le permitían cualquier acto de irreverencia pues era su ultimo día libre. Como si casarse fuera alguna cárcel, como si la relación de antes no mereciera el mismo respeto y compromiso que la de dos esposos, pero bueno, quién era ella para juzgar; cada quien puede hacer con su culo lo que le de la gana, al cabo y que su trabajo era complacer a esos revoltosos hombres por esa noche.
Agradeció a los cielos que el futuro esposo no fuera el castaño de cabello hacia atrás que le había interesado pues por más puta que se viera tenía la estricta política de No casados ni menores de edad, se preguntaba entonces por qué el enorme hombre se veía tan cohibido tan distraído en medio del enorme recinto vip donde solo estaban él y sus ocho amigos. Hasta el momento solo había sido la mesera de los bullosos hombres, en esa ocasión solo le habían pedido que sirviera los tragos usando un diminuto vestido y estaba bastante a gusto por el momento, después de todo las ganancias que se haría esa noche triplicaban las que podía lograr en el tubo.
ESTÁS LEYENDO
NCT [One shots]
FanficOda al erotismo, la sexualidad, la vida cotidiana y el delirio NCT One shots