Capítulo 34

89 2 0
                                    

—¿Mejor?

—¿Cuantas calorías estoy consumiendo en este momento? —cuestiono mientras mastico.

—No vas a subir de peso.

—¿Cómo sabes? ¿Eres nutriologo?

—De todos modos te hace falta peso.

—¡¿Estas bromeando?! —rió sarcástica—, práctico ballet, debo ser una pluma.

—Las almohadas tienen plumas, y aún así tienen un leve pesor, pero tu casi eres aire, si bajas un gramo serás una microparicula.

—Tu no lo entiendes... —balbuceo.

—¿Porqué te obsesionas tanto con tu peso?

—Mi madre es modelo, literalmente, es perfecta y, siempre crecí con esos ideales, más ahora que estoy viviendo en el mismo techo que ella.

—Pero eres diferente.

—Y mi profesora de Ballet dijo que estaba gorda —añado—, básicamente.

—Seguro tu profesora de ballet es una anciana esquelética con el cerebro lavado y una vida aburrida, intentando convertirlas en lo mismo que ella.

—Tal vez tenga razón, tal vez no he cuidado mi cuerpo, tal vez... por eso caí.

—Rescuestate en el piso

—¿Qué?

—Hazlo —habla convencido—, confía en mí.

Lo miro de pies a cabeza, dudo un poco antes de bajar al suelo, primero me siento y antes de que pueda recostar mi espalda me levanta con sus brazos.

—¡Ey! ¡¿Que crees que...?! —Me interrumpe.

—¿Lo ves? —dice riendo bajo—, eres más liviana que una pluma.

—Ryan, no es gracioso.

Me suelta por unos segundos y al mismo instante me sujeta de nuevo, estoy más que asustada, aunque logro recuperar la calma rápido, eso no quita el miedo.

—Ya basta —mascullo.

Me deja sentada en la mesa de la cocina, pone sus brazos a mis costados y su rostro frente al mío, ninguno despega la mirada del otro.

—Eres hermosa, Keila —susurra haciendo erizar mi piel—. Tal como eres.

Se crea el silencio, tanta concentración que se va uniendo, acercándose, él a mí y yo a él. Puedo sentir su respiración cerca de la mía, bajo mi mirada a sus labios por inercia, solo un par de segundos.

Regreso mí mirada a donde se encuentran esos hermosos ojos verdes aceituna en su máxima expresión, logro notar como su pupila se va dilatando y su respiración acelerando, mis párpados se van cerrando mientras siento sus labios sobre los míos.

De manera automática pongo mi mano en su mejilla, empieza a moverse con suavidad consiguiendo pasar a mi boca con facilidad, estaba sintiendo una sensación que jamás antes había experimentado.

Todo proseguía de manera melodiosa, pongo mis brazos rodeando su cuello acercándonos más, abro mis piernas logrando chocar nuestros cuerpos, puedo sentir sus latidos sincronizados, empezaba a meter su lengua dentro de mi boca causando extasis.

¡¿Que carajos es esa musiquita conocida de fondo?!

—Lo siento —dice alejándose de repente dejándome con la respiración inquieta—, de verdad, yo no... no debí haber hecho eso.

Estaba sin palabras, en realidad no había de que arrepentirse, a menos que yo haya sido el problema, bajo la mirada de vergüenza.

—No fue mi intención acercarme tanto a ti —por primera vez lo veo de alguna manera nervioso— se supone solo debo ser tu instructor.

Finalmente un destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora