Capitulo 22

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3 días después

Jill se despertó por la mañana por una fuerte ráfaga de aire helado, extraño, ya que era época de calor y ella usualmente cerraba la ventana de su habitación.

Descalza y aún con sueño en sus ojos, la cerró fuertemente.
Cruzó sus brazos para tratar de entrar en calor, pero lo inusual era que aún sentía escalofríos.

Confundida miró el reloj, aún era temprano en la mañana, sin embargo, ya no era hora dormir.
Se acercó para ver cómo se encontraba su hija, le reconfortó saber que estaba durmiendo como un plácido angelito.

Poco después alzó su vista a su armario para sacar un suéter, se lo puso e inmediatamente al hacerlo, un aroma a perfume le llegó a su nariz.

Que raro..."—Olfateo mientras intentaba descubrir de dónde provenía.

Esa aroma pertenecía a León, no había duda de ello, en respuesta, de manera fortuita, corrió a la ventana haciendo a un lado la cortina

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Esa aroma pertenecía a León, no había duda de ello, en respuesta, de manera fortuita, corrió a la ventana haciendo a un lado la cortina.

Su vista y atención se fue al garaje, donde podía ver el auto de esposo aparcado a un costado del de ella.

Emocionada, dió un pequeño salto de felicidad y nuevamente corrió al piso de abajo.

Por ningún momento le pasó por la cabeza la idea, de porque León no fue primero a despertarla después de entrar a casa.

La fragancia tan masculina, que tanto le gustaba a Jill se hacía cada vez más fuerte, a cada paso que daba.

Momentos más tarde, La mujer ya estaba en el umbral del primer piso mirando a todo lados, en busca de su esposo.

—León...—Gritó pensando en que él le pueda escuchar.

Replicó una vez más, mientras recorría la cocina.
Pero no había un señal del agente, de hecho... no había siquiera una señal de que alguien halla estado, prácticamente todo estaba como Jill lo había dejado la noche del día anterior.

Rascó su cabeza confundida, acaso se habría confundido.
Negó de solo pensarlo, ya que como explicaría el perfume impregnado en todo la casa.

Cuándo el desconcierto parecía haberse albergado en su mente, un ruido proveniente de su sala la hizo entusiasmarse aún más.

Sin dudarlo, corrió a su sala de estar y estando prácticamente en la entrada, se detuvo al instante, la razón, era la imagen de su querido esposo sacando ropa de una de las maletas que ella había preparado días antes.

—¡León!

—¡León!

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La historia de Leon y Jill 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora